13 oct (EFE).- Su mirada lo dice todo: Romper la hegemonía de los caribeños en las pruebas de velocidad y ser el más rápido del mundo. Ese es el sueño del atleta ecuatoriano Franklin Nazareno, que tendrá su oportunidad en los Juegos Panamericanos de Guadalajara.
«Guadalajara es para mí como correr un campeonato del Mundo pues, si vemos, los ocho clasificados del mundo son del área panamericana, entonces es lo mismo», aseguró a Efe el atleta de 24 años.
No obstante, intuye que Guadalajara no será la mejor posibilidad para concretar su sueño, pues llegará a los Panamericanos con poco entrenamiento por una lesión que le alejó de las pistas durante más de tres meses. Volvió a la brega en enero pasado.
Ese parón interrumpió varios años de preparación. «Este es un deporte que no te regala nada y que tienes que lograrlo todo en la pista», admitió Nazareno, que a los 18 años ya estuvo en juegos olímpicos, los de Pekín.
Por su mente cruzan lento los atletas jamaiquinos, «actualmente los mejores», aunque también hay velocistas como los de Trinidad y Tobago, Antillas Holandesas y de Estados Unidos que le quitan el sueño con sus marcas por debajo de los 10 segundos en los 100 metros planos.
«El área panamericana es muy dura» y lo esencial es «estar cerquita a los diez segundos, que es la marca para los Panamericanos», remarcó Franklin, que quiere alcanzar pronto ese crono para ir a los Juegos Olímpicos de Londres en 2012.
Por eso, cuando no está de gira, se levanta para ir a la pista «Los Chasquis», en una zona central de Quito, donde se entrena dos veces al día.
Su presencia no pasa inadvertida para decenas de niños y jóvenes que acuden a diario a ese complejo para entrenarse y que abren campo cuando Franklin practica sus «sprint».
En su vitrina luce una infinidad de medallas obtenidas en 100, 200, posta 4 por 100 y 4 por 400, sus especialidades, pero ello no le envanece ni le detiene.
«Ser el primero del Mundo es mi gran ambición, muchos se ríen, pero siempre me levanto por la mañana con el objetivo de ser campeón del Mundo», afirmó el atleta afro-ecuatoriano, hijo del gran futbolista Andrés Nazareno, una de las viejas estrellas del club El Nacional y quien impulsó su carrera deportiva.
«Mi padre fue tricampeón con El Nacional. Empecé en el fútbol, en divisiones inferiores» en la provincia de Manabí, cuya capital es Portoviejo, señaló el atleta, al recordar que un día, el entrenador cubano Wladimir Lobaina le convocó para que integrara la selección de atletismo de esa jurisdicción.
«Empecé a entrenar y gané los juegos regionales. Me retiré por unos dos años hasta el 2003 cuando volví, entrené y a principios de 2004 gané en los juegos nacionales y con apenas tres meses de entrenamiento fui seleccionado del país», relató.
Con 16 años «fui a un Sudamericano sub’23 y quedé sexto, y tenía un buen desempeño para seguir creciendo, esos fueron mis inicios», añadió, aunque subrayó que todo ello no hubiese podido ser sin el apoyo de su familia.
«Mi madre es la que incondicionalmente siempre ha estado en todo momento, su nombre es Bernardita Macías». También Bella Castro, su abuela, fue indispensable para Nazareno, que las recuerda a ambas, sobre todo, cuando le acompañan a las competencias.
«Ese apoyo se necesita, porque el atletismo es una carrera muy dura. Un día puedes estar feliz por un triunfo y al siguiente triste por al derrota. El apoyo es fundamental para un deportista», agregó.
La dureza de su carrera deportiva empezó a los 18 años, cuando tuvo que dejar Portoviejo para radicarse en Quito, donde hay mejores condiciones para entrenar.
Actualmente, Nazareno se entrena bajo el mando del técnico cubano Luis Small y del profesor Celso Cortés. «Se podría decir que mi actual familia son mis entrenadores, mis compañeros de entrenamiento, las personas con las que compartes el día a día», dijo.
La vida le ha llevado a ponerse metas, incluso una paralela a las pistas: la Universidad, pues prevé pronto graduarse de arquitecto. EFE