Liga entregó en las últimas horas dos noticias a sus preocupados parciales. Una buena y una mala. La primera da cuenta del regreso del «Rambert» Vera. La segunda notifica la partida del «Piojo» Manso. El balance de estas últimas operaciones, dice que es más lo que se va, que lo que llega. Seamos realistas. El regreso de Vera, después de su sonado fracaso en el balompié mexicano, le sirve y mucho al once de Fossati, porque recupera al «pulmón» interminable del sector más importante de la cancha. Al termómetro del juego. Al volante central «todo terreno», que desborda espíritu ganador, recuperando la pelota, armando el arranque de los ataques y acompañando en la finalización de las maniobras.
El guaraní fue un símbolo de lucha y
uno de los grandes puntales en la mítica conquista del cetro en la Copa Libertadores de América. Hay que celebrar su vuelta, aunque es preciso decir, que su actual nivel anímico y futbolístico, no tiene niveles superlativos. Debe ser muy duro para un jugador de sus quilates, titular indiscutido en la selección paraguaya, saltar a la gran vidriera internacional, en un equipo del linaje e importancia del América de México y terminar relegado a la banca de suplentes y al cabo del primer semestre de contrato, sentir el duro castigo de integrar la lista de fracasados, porque ese es la reflexión de los dirigentes aztecas, para colocar a un jugador en el famoso «draft» o mercado insolente de piernas. En otras palabras, Enrique Vera fue desvalorizado y regresa con «el rabo entre las piernas».
Ahora revisemos el tema Manso. Su partida era un secreto a voces. Ha dado muchas vueltas su salida. Oscar Passet su representante, ha tenido a los dirigentes de la «U» en el filo de la navaja. Amenazando su desvinculación, exigiendo otras condiciones económicas, que provocaron la reacción furibunda de la dirigencia, básicamente del «Clan Paz», que no tolera ni en pintura al ex arquero de San Lorenzo.
Ahora es cosa juzgada. La actuación maravillosa del «Piojo» en el Mundial de Clubes, obnubiló a los dirigentes del Pachuca, que efectuaron todos los esfuerzos para llevarlo a sus registros. Liga pierde a un crack. Al mejor que ha llegado a sus filas en toda su pródiga historia. Por encima del inolvidable «Tano» Bertochi y del fanfarrón colombiano, Alex Escobar.
Un «10» de su estirpe no nace todos los días. Sus pases milimétricos por el ojo de una aguja, sus prodigiosos tiros libres, su juego al primer toque, su excelsa clase y su indomable temple, vivirán por siempre en la memoria colectiva de la tribuna alba. Retornó el «obrero» y se fugó el «cerebro». Lo van a extrañar. (RCM)