“Lo importante de la magia es descubrir el niño interno que llevamos todos por dentro”, asegura Bruno Tarnecci, mago peruano de 26 años, mientras desliza una baraja de cartas sobre la mesa para demostrar sus habilidades. Vestido con una leva negra, camisa y jeans celestes, este limeño cuenta que su afción por la magia surgió a los 7 años, cuando descubrió algunos trucos que lo motivaron a seguir con esta profesión.
Sus ojos se iluminan cuando recuerda que a los 16 años debutó como mago en una fiesta infantil. “Aquel día no tenía idea de a quien me iba a enfrentar, me tocaron unos niños muy traviesos, pero al final fue una linda experiencia”, puntualiza Tarnecci. A partir de ese día su carrera empezó a subir, y 10 años despues se encuentra en el país para compartir su arte a los capitalinos.
De una maleta comienza a sacar algunos instrumentos para hacer una pequeña demostración. Pero mientras lo hace, se toma unos minutos para comentar que la magia en los países latinoamericanos no es algo muy tradicional, pero que en los últimos años ha tenido un crecimiento considerable debido a los shows televisivos. Menciona que en lugares como China, Estados Unidos y Europa, esta antigua forma de entretenimiento es parte de su cultura. Se confiesa admirador de los magos clásicos como el legendario Harry Houdini, húngaro que durante los años 20 popularizó este arte en Norteamérica; Chencay y Harry Blakston, a quiénes también los considera íconos de la magia.
Antes de empezar su acto, toma un vaso de agua y se lo pone sobre la cabeza para dar una pequeña muestra de su repertorio que consiste en realizar una propuesta distinta, “que los niños sigan siendo niños y los adultos recuerden su infancia, eso busco transmitir”, afirma lleno de alegría. Con el recipiente repleto de líquido sostenido en su rubia cabellera, simula el baile que realiza con su público en sus espectáculos y relata que la ‘treta’ de esto es hacer que los asistentes miren como el agua desaparece del vaso.
No se hace esperar más e inicia. Toma un pequeño lápiz labial, le saca la tapa que lo cubre y separa ambos elementos. Levanta con su mano derecha el objeto , cuenta hasta 3, sopla y sopresivamente el labial está cubierto con su tapa. Sonríe y hace otra demostración. Saca tres cartas negras y tres rojas de su baraja. Las revuelve y aclara que el agua y el aceite no se mezclan. Mueve los dedos de su mano izquierda, las pone de frente para que las miren y de repente, pasarápidamente su otra mano por el ábanico de cartas y todas se convierten en rojas. Con ese truco se despide y como buen mago se niega a revelar el secreto de su última maniobra. Espera que compartir estas ‘suertes’ y entretener a grandes y chicos en su presentación.