(EFE).- Modesto, tranquilo y firme en sus decisiones, Paul Scholes es uno de los fieles servidores del Manchester salidos de aquella famosa «Clase del ’92», en la que el club cultivó a grandes jugadores para sus siguientes dos décadas.
Scholes era el sueño de Sir Alex Ferguson, técnico del primer equipo desde 1986, ocho antes de que el jugador debutara en la máxima categoría del fútbol inglés. Lo vio destacar en la Academia y lo quiso para él. Tenía 19 años y un camino de éxitos por delante.
Con pocas palabras y muchos resultados, Paul Scholes se ha ganado la admiración de aficionados y rivales durante las diecisiete temporadas de trabajo en el primer plantel del Manchester.
Su paso inadvertido por la escena pública y su alergia a los flashes no han evitado que fuera uno de los más deseados. Prueba de ello fue el dramatismo con el que se recibió la noticia de su retirada internacional tras la Eurocopa de Portugal, en 2004, a los 29 años.
Convencido de esa decisión, Scholes se resistió a la insistencia de varios seleccionadores: Sven-Coran Eriksson, Steve McClaren y Fabio Capello.
Siempre ha sido el héroe sin pretensiones, aunque no sin aspiraciones.
Si tantos años se ha mantenido vinculado a Old Trafford no ha sido por falta de ambición, sino porque ese club, el que lleva en la sangre, no le fallado en resultados.
Con él ha alzado diez títulos de Liga (1996, 1997, 1999, 2000, 2001, 2003, 2007, 2008, 2009, 2011), tres Copas de Inglaterra (1996, 1999, 2004), dos Copas de la Liga o «Carling Cup» (2009, 2010) y dos Copas de Europa, en 1999 y 2008.
No obstante, Scholes siente que sólo una de esas Copas de Europa es suya. La última, conseguida en Moscú ante el Chelsea, le permitió quitarse la «espinita» que se le había clavado nueve años antes, al perderse la final de la Liga de Campeones en el Camp Nou frente al Bayern de Munich por sanción.
La idea de dejar el fútbol internacional, en el que se inició en 1997 junto a Inglaterra, le permitió aunar sus esfuerzos en el Manchester. Fue en esa época, posterior a su despedida de la selección, cuando saboreó la mayor de sus glorias en Moscú.
Scholes ha llenado su vitrina como se merece un «centrocampista tan completo», que para el ex jugador francés Zinedine Zidane fue durante mucho tiempo «su más duro oponente».
«Scholes es, sin duda, el más grande de su generación», opina el ex militante galo del Real Madrid.
Su presencia en el campo, la visión de juego, su inteligencia y, además, puntería han hecho de Scholes una de las figuras clave del Manchester, cuya camiseta ha vestido en 676 partidos.
Sus inicios como delantero, en la plantilla juvenil de los «diablos rojos», lo congratularon con un atributo extra que, pese a su posición en el centro del campo, le ha servido para situarse como el decimoctavo máximo goleador de la Premier League, con 102 tantos anotados en toda su carrera.
Hasta el último momento de su carrera, Scholes ha demostrado ser la ficha más reservada del equipo.
Mientras los medios de comunicación y la afición se volcaban en la despedida del portero Edwin van der Sar, que ha cerrado su trayectoria con seis años en Old Trafford, Scholes mantenía a salvo su secreto para no eclipsar al holandés.
Todo lo discreto que podía ser este futbolista de pelo anaranjado, lo ha sido. Casado con su novia de juventud, Claire, ambos han sabido alejarse de las portadas de los tabloides junto a sus tres hijos: Aaron, Alicia y Aiden.
La sencillez de los Scholes alcanza incluso hasta el gusto de la vivienda. La familia reside en una casa de campo que muchos considerarían demasiado modesta para un jugador de su talla, valorada en 600.000 libras (687.722 euros), a las afueras de Manchester. EFE