Es increíble ver, que una vez más, una ideología puede mover las más bajas acciones en los seres humanos. Los fanatismos religiosos intolerantes hacen que el hombre no mida la profundidad de sus acciones. Somos capaces de morir o matar por defender una creencia religiosa, por defender una posición ideológica o política. Las grandes guerras se han dado por la religión y la intolerancia entre nosotros mismos. No hay ningún pretexto para que la sangre corra sin contemplaciones. Las iglesias son producto de una necesidad humana por aferrarse a algo divino, que lo haga sostenerse a su realidad y no algo intangible e invariable. Ocho murieron en las instalaciones de la ONU en Afganistán, mientras otras diez perdieron la vida e, las manifestaciones. Son víctimas que no tienen nada que ver en esta ‘guerra de religiones’, que en su mayoría ni siquiera las profesan. Se supone que somos una especie racional, afectiva y pensante, pero estas circunstancias, dicen que somos menos que los animales, que actúan por instinto.