Mario, 35 años. Mi esposa trabajaba en una oficina y tenía el cargo de recepcionista, pero en realidad, no solamente contestaba el teléfono, pues también le hacía favores sexuales. Todo el mundo hablaba de la infidelidad de mi mujer, hasta que un día comprobé que todo era verdad. Me puse de detective y me dediqué a seguirla. Lo cierto es que a la hora de almuerzo, ellos salieron juntos y se subieron al auto del tipo. Luego se dirigieron a un lujoso motel del norte de la ciudad. Me tomé la molestia de esperar hasta que salgan para encararlos. Le pedí inmediatamente el divorcio, pero ella se niega a dármelo y la verdad, no quiero volver a ver a esa mujer.
Mi querido Mario:
Espera a que te pase la rabia y busca el díalogo de una manera pacífica, sólo así lograrás arreglar tus asuntos y divorciarte. Siempre es mejor llegar a un acuerdo por las buenas.
Tu amiga Conchita