Dom. Nov 24th, 2024

La fiesta de Ashura, la más importante del calendario islámico chií, se tiñó hoy de sangre en Irán con un atentado suicida que causó la muerte de al menos 38 personas y dejó heridas a medio centenar más.

El ataque, el tercero que sufre el país en los últimos cuatro meses, ocurrió a primera hora de la mañana en la ciudad portuaria de Chabahar, situada en la conflictiva provincia de Sistán Baluchistán, fronteriza con Pakistán.

Según el relato oficial, sobre las 10:30 de la mañana hora local (6:00 GMT), un hombre de mediana edad hizo estallar el explosivo que llevaba adosado al cuerpo en medio de una multitud de fieles que se agolpaban a la puerta de la mezquita del «Iman Husein», en el centro de la ciudad.

La tragedia, sin embargo, pudo ser mayor ya que de acuerdo con el gobernador de la localidad, Alí Batahi, la policía pudo detectar y detener a tiempo a otro hombre, al que al parecer le habría fallado el dispositivo cuando trataba de hacerlo detonar.

«Había dos terroristas, que fueron identificados por nuestros agentes, pero desafortunadamente uno de ellos consiguió hacerse explotar antes de que lo pudiéramos impedir», afirmó.

Batahi, citado por la agencia de noticias estatal Irna, reveló, asimismo, que el principal responsable de la operación ha sido detenido y se hallan bajo custodia policial».

Horas después, y en una información divulgada por la televisión por satélite en árabe «Al Arabia», el grupo rebelde baluche suní «Yundulá» (Ejército de Dios) asumía la responsabilidad sobre el ataque.

Al citado grupo, las autoridades iraníes le atribuyeron el pasado año la autoría de los dos atentados más sangrientos perpetrados en el país en las últimas dos décadas.

Su líder, Abdul Malek Rigi, fue capturado el pasado febrero por las autoridades iraníes, que lo condenaron a muerte y lo ahorcaron meses después.

El régimen iraní vincula a Yundulá con los servicios secretos de Estados Unidos y el Reino Unido, a los que acusa de financiar y entrenar a este grupo.

En mayo del pasado año, otro supuesto miembro de Yundulá mató a 25 personas en un atentado suicida perpetrado en el interior de la localidad de Zahedan, una de las dos capitales de Sistán Baluchistán.

Tres días después, las autoridades iraníes ahorcaron a tres supuestos cómplices.

Meses más tarde, un ataque similar segó la vida de 42 personas, entre ellas dos altos mandos y quince oficiales de la Guardia Revolucionaria, cuerpo de elite de las Fuerzas de Seguridad iraníes, en una localidad vecina a la frontera con Pakistán y Afganistán.

El atentado de este miércoles tiene lugar en un día de especial relevancia para Irán, único estado chií del mundo.

Además, se produce apenas una semana después de que el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, visitara esta ciudad para prometer el desarrollo del puerto e inaugurar una línea férrea que cruzará el este del país y unirá esta zona asomada el golfo de Omán con Zahedan y posteriormente con la ciudad industrial iraní de Mashad.

La construcción del ferrocarril ha sido concedida al conglomerado Khatam al Anbiya, dependiente de la Guardia Revolucionaria.

Este es el segundo atentado mortal que sufre Irán durante una celebración nacional de relevancia en los últimos dos meses.

El pasado 22 de septiembre, una decena de personas perdieron la vida al estallar un artefacto en la localidad de Mahabad, uno de los bastiones kurdos en el denominado Kurdistán iraní.

Ese día arrancaba en todo el país la «Semana anual de la Defensa Sagrada», durante la que el régimen suele mostrar su poderío militar y en la que rememora el fin de la guerra fronteriza que libró con Irak entre 1980 y 1988.

Las autoridades iraníes acusaron entonces a «elementos antirrevolucionarios», en alusión a los grupos de oposición armados, y en particular a los separatistas kurdos.

La oleada de atentados ha extendido un sentimiento de inseguridad en parte de la sociedad iraní, dividida desde la polémica reelección en junio de 2009 del presidente Mahmud Ahmadineyad, que la oposición tildó de «fraudulenta».

Nada más conocerse los resultados, cientos de miles de personas salieron a las calles del país en una serie de protestas multitudinarias que fueron reprimidas con especial virulencia por las fuerzas de Seguridad.

Desde entonces, además de los atentados en las zonas con minorías étnicas, se han producido dos ataques mortales contra científicos nucleares iraníes en la propia capital.

El último de ellos, el pasado 29 de noviembre cuando dos motoristas pusieron sendas bombas lapas en el coche de dos hombres vinculados al programa nuclear iraní, uno de los cuales resultó muerto y otro herido.

Irán acusó de estos ataques a los servicios secretos de EEUU, el Reino Unido e Israel, e indirectamente a la ONU. EFE