Volvió a nacer. Estuvo muerto por 25 segundos. Los médicos salvaron la vida de Miguel García, que no podrá volver a jugar al fútbol.
Veinticinco segundos se convirtieron en una eternidad sobre el césped. Ese fue el tiempo, que en el Salamanca-Real Betis de la Segunda división española, estuvo el domingo técnicamente muerto, el jugador del Salamanca, Miguel García, en un instante que presentó de nuevo la cara letal de la denominada como “muerte súbita”.
El caso de Miguel García, que por fortuna se pudo recuperar gracias a los auxilios de los médicos de ambos elencos, recuerda no tan lejanos casos como el del sevillista Antonio Puerta o el españolista Dani Jarque, nombres propios que encierran lesiones de difícil diagnóstico.
La decisiva diferencia entre el fatal desenlace del sevillista Antonio Puerta, de 23 años, quien cayó fulminado en el estadio Sánchez Pizjuán tres días antes de su fallecimiento, el 28 de agosto de 2007, y la salvación “in situ” de Miguel García, la marcó un aparato, el desfibrilador, que obró el milagro en manos del médico del Betis, Tomás Calero.
Hoy, los cardiólogos del Hospital de Salamanca le comunicaron a García que no podrá volver a jugar al fútbol, después de ver su evolución.
NUEVA TRAGEDIA
Otra vez la sombra de la tragedia en el fútbol español, que puede hablar de seis casos de graves lesiones cardíacas en los últimos 3 años. De nuevo el debate de la prevención en un terreno en el que la dificultad del diagnóstico mantiene a los investigadores de la cardiología en permanente estudio.
En el reciente Congreso de Enfermedades Cardiovasculares, una de las conclusiones indica que el corazón del deportista es más grande que el de la población en general, por lo que el volumen cardíaco puede ser el doble que el de una persona que no hace ejercicio.
Esa puede ser la causa de que haya mayor dificultad a la hora de detectar si este tipo de alteraciones que conducen a percances graves o irreversibles son debidas a la propia práctica deportiva o en cambio son expresión de una cardiopatía incipiente.
La muerte de Puerta marcó un antes y un después a la hora de plantear entre los clubes la necesidad de potenciar los controles cardiovasculares a los deportistas, en un país como España, donde practican deporte 12 millones de personas, de ellos 7 millones de forma federada.
El 8 de agosto de 2009, la muerte sorprendió al entonces capitán del Espanyol, Dani Jarque (26 años), mientras hablaba por teléfono con su mujer desde la habitación del hotel de concentración, en Coverciano (Italia). Otro caso digno de análisis. La muerte súbita se llevó a una de las grandes promesas del club catalán.
Una víctima más de una afección, que no tiene respuesta en la medicina preventiva. La muerte súbita se da en unas 40.000 personas al año, una cifra elevada según los estudios de los expertos. En el caso de los deportistas menores de 35 años se estima que se dan entre 40 y 50 casos anuales.
Otro susto, otro motivo para seguir luchando contra una enfermedad que, cuando da la cara, a menudo tiene como consecuencia la muerte. EFE