Sáb. Nov 23rd, 2024

El Tour está moviéndose en el terreno de la controversia por la forma en que el español Alberto Contador se vistió de amarillo tras un percance de Andy Schleck que ha hecho brotar un debate baldío sobre el «fair play», ya que los errores, los accidentes o las averías siempre formaron parte del juego.

En la salida de esta mañana aún se hablaba de la etapa de ayer, de ese momento en que el luxemburgués Andy Schleck sufrió un desperfecto mecánico en la última subida y Contador siguió su camino.

El español dijo ayer que se había «equivocado» al atacar en ese momento. Fue al filo de la medianoche, en un vídeo grabado en la habitación de su hotel y enviado a todos los medios.

Sin embargo, el madrileño había asegurado a la llegada a Bagneres de Luchon que él había arrancado «antes» de que a Schleck se le saliera la cadena y que en ningún momento fue «consciente» de su avería en carrera.

Fue algo discordante, como lo de Andy nada más llegar a la meta cuando se mostró muy enfadado y después habló de que lo sucedido «son cosas que pasan» e incluso ensalzó el juego limpio de Contador camino de Spa.

Alberto dijo anoche: «lo siento». El doble vencedor del Tour de Francia pidió perdón pero, y perdón ¿por qué?. El deporte profesional es competencia, ganar o perder y ese terreno no sabe de cortesía o de gentilezas.

Hay mucho casos que ilustran la hostilidad deportiva, las desgracias, las victorias favorecidas por «un empujón» del azar o las derrotas arbitrarias, absurdas e inmerecidas.

El deporte asume eso como una parte del juego pero en este Tour se está abriendo un debate superfluo y redundante desde que el pequeño de los hermanos Schleck se cayó camino de Spa y el pelotón esperó a que su hermano Franck le devolviera al grupo.

Contador, que hoy hablaba amistosamente con Andy en la salida, parecía estar «cocinando» este Tour a fuego lento, metódicamente, a su estilo de ganador simpático y que jamás molesta a nadie.

Tal vez por eso, la gente en Francia le adora y le respeta, pero ayer se le abucheó en el podio cuando recogió su jersey amarillo. Nadie recordó otras historias muy similares.

Así por ejemplo, Maurizio Fondriest se adjudicó un mundial de ciclismo en 1988 porque el canadiense Steve Bauer (descalificado tras la carrera) cerró en el sprint al belga Claude Criquielion y provocó su caída cuando iba a ganar. El joven italiano consiguió el triunfo y nadie le reprochó nada.

Luis Ocaña perdió un Tour de Francia por culpa de una caída, cuando tenía a Eddy Merckx contra las cuerdas. Perico Delgado malogró también sus opciones en una «grande boucle» porque llegó tarde a la salida de una etapa prólogo en Luxemburgo.

Hay más sucesos similares fuera del ciclismo con errores como el de Schleck. El piloto británico Louis Hamilton se equivocó de botón, como ayer Andy de marcha, y perdió un mundial en el circuito de Sao Paulo (Brasil).

Los deportistas españoles conocen bien el ámbito de las desgracias. A Carlos Sainz se le estropeó el coche apenas a 500 metros de ser campeón del mundo.

Fue hace doce años, pero han pasado sólo unos meses desde que el guardameta del Liverpool Pepe Reina encajó un gol absurdo e innecesario porque un niño arrojó un balón de playa al campo que desvió la trayectoria del esférico.

Ese gol, obviamente, fue legal. Tan legal e irreprochable como lo que ayer hizo Contador. Si el madrileño gana este Tour será porque es el mejor y nadie le podrá censurar, recriminar o afear lo de ayer. Ni siquiera él mismo. EFE

Por ccarrera