Johannesburgo, 27 jun (EFE).- Un error arbitral, un regalo del defensa mexicano Ricardo Osorio y una genialidad de Carlos Tévez sirvieron a Argentina para derrotar a una inocente selección de México (3-1) y situar a los de Diego Maradona en los cuartos de final del Mundial de Sudáfrica.
Serán los décimos que disputará la albiceleste, que se medirá a Alemania en una reedición de las finales del 86, la última que ganó Argentina, y la del 90, que ganaron los germanos, ambos equipos encabezados en el campo por el actual inquilino de su banquillo.
Argentina logró la clasificación en un partido en el que se llevó un premio demasiado grande ante una México que le plantó cara, que le dio la batalla en todas las trincheras del campo, pero que pecó de falta de maldad a la hora de buscar la portería adversa.
La albiceleste volvió a mostrar que su potencia de golpeo ofensiva es un arma temible que oculta las carencias que pueda tener el equipo en otras líneas.
Veinte goles encajados en los siete últimos encuentros, diez de ellos en el Mundial, son una estadística demoledora para quienes sacan pegas a un equipo acusado de no defender bien, pero cuya portería sólo ha sido perforada en dos ocasiones.
Unas cifras que muestran que la Argentina de Maradona es puro ataque y que, con eso, buscará la final del Mundial.
Frente a la candidez mexicana triunfó la picardía argentina, que sacó un máximo rendimiento a sus escasas acciones, aprovechó lo poco que tuvo para llevarse una goleada excesiva, demasiado premio a su juego, excesivo castigo a la implicación de la «Tri».
Los de Javier Aguirre podrán incluso sentirse damnificados de un clamoroso error arbitral, que concedió el primer tanto a Carlos Tévez pese a que estaba en fuera de juego cuando remató de cabeza el tanto.
Esa jugada cambió el signo de un partido que hasta ese momento estaba equilibrado, por no decir algo inclinado del lado mexicano.
Fueron los verdes los que habían dispuesto hasta ese momento de las mejores ocasiones. Carlos Salcido estrelló un balón en el larguero a los 8 minutos y Andrés Guardado rozó el palo derecho de Romero al siguiente.
Los avisos de México mostraban que sobre el terreno Argentina tenía por primera vez en el Mundial un rival temible, un adversario capaz de hacer sombra al equipo que se viene paseando por Sudáfrica.
Pero a poco que los de Maradona tomaron aliento, que Lionel Messi comenzó a hacer acto de presencia, el peligro cambió de lado. Y frente a los amagos verdes llegaron los golpes albicelestes.
Como de costumbre el rosarino estuvo en el origen del primer tanto, gracias a una asistencia magistral a Tévez, que se estrelló con Pérez. El balón rebotado cayó en las botas de Messi, que le saca provecho a todo y que se inventó una vaselina a la cabeza de Tévez.
En fuera de juego el atacante del Manchester City envió el balón a la red. El asistente no levantó la bandera y el árbitro concedió el tanto.
La repetición en las pantallas gigantes del estadio sembraron la duda en el asistente, que avisó al árbitro de su posible error. Pero el italiano Roberto Rosetti no cambió su decisión y el tanto subió al marcador.
Las protestas y verse abajo en el marcador sacaron a México del partido. Márquez vio una amarilla y el equipo, hasta ese momento bien plantado en el campo, se desdibujó.
Fruto del desconcierto mexicano fue el segundo tanto albiceleste, nacido de un error de Osorio, que dejó el balón franco a Higuaín, que esquivó a Pérez y marcó su cuarto tanto en el Mundial, lo que le eleva a lo más alto de la clasificación de anotadores.
Argentina se marchó a los vestuarios encantada de la recompensa obtenida con tan poco esfuerzo y México agraviado por verse con tantos rasguños inmerecidos. La frustración mexicana se transformó en pelea a la entrada de los vestuarios.
La salida de Pablo Barrera por Adolfo Bautista en el descanso dio más profundidad a la «Tri», que abrió el campo por la banda izquierda y dio trabajo a la defensa albiceleste.
Pero México siguió adoleciendo de falta puntería y, cuando parecía que podía poner en peligro a la defensa argentina se encontró con un tercer mazazo, otro golpe directo nacido de la nada, de una genialidad de Tévez, que en la medular del área se revolvió para sacar un potente derechazo que encontró la escuadra de Pérez.
El partido estaba sentenciado y Argentina se dedicó a contemporizar mientras México agonizaba en su propia impotencia.
Tuvo que venir un arreón de Javier «Chicharito» Hernández, una jugada de fuerza y talento, una internada en el área que culminó con un fuerte disparo ante el que nada pudo hacer Romero.
Méxicó marcó el tanto de la honra y poco más pudo hacer. Le faltó la pujanza ofensiva que derrocha a raudales Argentina.