Chile sudó el calor de los 30 grados de Cuiabá y el que le dio un rival que no se rindió como Australia. Fue un partido de los de Chile, estándar, un intercambio de golpes muy entretenido y abierto. Porque los de Sampaoli mordieron como acostumbran, pero también descubrieron grietas por las que hacerle daño.
Una vez más fue crucial el papel de Alexis. La etiqueta burlona que existe sobre él tiene poco fundamento por lo que ha hecho hasta ahora en el Barça pero mucho menos por lo que hace con Chile. Se mueve, se ofrece, presiona, pelea. Y además tiene personalidad. El primer tanto fue suyo, en pleno chute de energía que para los chilenos fue verse entre 20.000 paisanos. Al poco llegó otro. Alexis levantó la cabeza, entendió el aclarado de Vargas y regaló el balón a Valdivia, demasiado solo como para perdonar.
Chile era una botella de champán recién abierta, una mezcla de burbujas y espuma que lo inundaba todo. Por supuesto también a Australia, que para el cuarto de hora se vio fuera del Mundial. La única esperanza de enmendarlo era la cabeza de Cahill, ese aborigen solitario acostumbrado a la supervivencia personal. Así, un centro desde la derecha lo cabeceó tras un salto de canguro para admiración de todos.
Fuente: AS
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