Arjen Robben (Bedum, 23 de enero de 1984) por fin encontró la gloria que le había sido esquiva en momentos tan importantes para la carrera de un jugador. El fútbol le concedió una oportunidad y en esta ocasión la aprovechó.
Y eso que en la final ante el Borussia Dortmund parecía que la historia se iba a repetir. Tuvo un par de opciones clarísimas de gol y las malogró.
Para su fortuna y la de su equipo, encontró en el minutos 89 un balón que, esta vez sí, no desaprovechó para darle la victoria al Bayern (2-1) y coronarse como el gran artífice del quinto título continental del campeón bávaro.
Atrás quedaba la pasada final, en la que malogró un penalti en la prórroga. O incluso la de 2010, cuando sucumbió con el Bayern frente al Inter de Milan de Jose Mourinho.
La pasada temporada incluso tuvo antes otra pena máxima ante el propio Dortmund que le podía haber permitido al Bayern haberse hecho con la Bundesliga, pero Robben también la malogró.
Ese 2010 será imborrable para el zurdo holandés, porque en sus botas tuvo el título mundial. En cambio se encontró con el muro de su excompañero en el Real Madrid Iker Casillas.
Su falta de acierto y la agilidad del guardameta le arrebató la gloria en el Soccer City y coronó a España con el tanto de Andrés Iniesta en la prórroga.
Las reiteradas lesiones, los problemas físicos, mermaron el potencial de un futbolista destinado a hacer cosas grandes, que cayó en el desacierto en momentos claves.
La trascendencia y la importancia de este gol, de este triunfo, es indudablemente incalculable y sitúan, hoy por hoy, a Robben, en el centro de la gloria, a pesar de las críticas que recibió por parte de la prensa alemana y los hinchas.
Ahora la vida le otorgó su esperada revancha, ante si mismo. Demostró que nunca es tarde. EFE