Ayer, en el primer día del juicio preliminar contra el sospechoso de la matanza en Colorado (EE.UU.), en el estreno de Batman, el llanto y la angustia se apoderaron de los asistentes.
James Holmes compareció en el tribunal con abundante barba y el pelo castaño oscuro. El mundo lo recuerda con el cabello rojo y con los ojos desorbitados cuando fue capturado.
Con esposas y vestido con un mameluco rojo, ocupó el lugar destinado para el sospechoso del magnicidio. Tenía la mirada fija en un punto indeterminado delante de sí y no habló con nadie en la sala.
Los policías narraron con la voz entrecortada el panorama que encontraron en la sala de cine. Charcos de sangre, heridos gritando, cuerpos inertes en el suelo y gritos desgarradores de sobrevivientes que pensaron que morirían en esa balacera.