“¿Cuando vuelva al colegio, seguirán allí los cadáveres?”. Esta es la única pregunta que Peter Horan, un niño de ocho años estudiante de segundo grado de Sandy Hook, ha hecho a sus padres durante el fin de semana posterior a la matanza que tuvo lugar en el centro el 14 de diciembre. Su padre, Tom Horan, fisioterapeuta de 52 años, cuenta que su hijo vio los cuerpos de sus compañeros y los cristales que tuvo que romper Adam Lanza para entrar en la escuela antes de asesinar a 20 menores y 6 profesores de la escuela.
Es lunes en Newtown y Horan, como muchos otros padres de la localidad, decidió llevar a su hijo pequeño hasta la Youth Academy, un centro deportivo y de ocio, para que el crío se entretuviera jugando con el resto de los niños que ese día no tenían colegio. “Estaba feliz, sólo quería jugar en la pista de monopatín con su amigo Nick”, explicaba su padre con una sonrisa llena de tristeza tras dejarlo en el complejo.
Intuyo que también vio al asesino, pero no me atrevo a preguntarle. Él tampoco ha hablado del asunto. Sólo está preocupado por asegurarse de que cuando regrese a la escuela no estarán los cuerpos. Ni si quiera sé si es muy consciente de que se trataba de cadáveres»
Tom Horan
“Peter es un niño, dicen que los niños se recuperan pronto de estas cosas”. Es la esperanza a la que se aferra Horan y muchos de los padres que, como él, tienen hijos que estaban en el centro cuando Lanza desató el caos de muerte y disparos en Sandy Hook. “Intuyo que también vio al asesino, pero no me atrevo a preguntarle. Él tampoco ha hablado del asunto. Sólo está preocupado por asegurarse de que cuando regrese a la escuela no estarán los cuerpos. Ni si quiera sé si es muy consciente de que se trataba de cadáveres”, afirma.
Los padres de Peter llevaron a su hijo a terapia al día siguiente de que ocurriera la matanza. Ellos también están recibiendo ayuda para saber cómo tratar el asunto con el menor.
El Servicio de Familia y Juventud de Newtown ha permanecido abierto durante todo el fin de semana para ofrecer asistencia psicológica a los familiares de las víctimas. El teléfono no ha parado de sonar. Sus responsables se muestran bastante reticentes a brindar información sobre el tipo de consejos que ofrecen pero sí avanzan unas líneas generales de conducta.
Fuente: El País