Diez minutos bastaron para que un nutrido grupo de infantes de marina y de policías de elite del estado brasileño de Río de Janeiro atravesaran ayer las barricadas de fuego y piedras dejadas por los narcotraficantes que dominaban el complejo de favelas más peligroso de esta ciudad.
Como si de la frontera de un país en guerra se tratara, una docena de tanques de la Marina y un contingente de más de 1.500 hombres armados con fusiles esperaron en la madrugada ayer la orden de invadir las favelas de una de las zonas de la ciudad más afectadas por el narcotráfico.
Poco antes del amanecer, los uniformes negros de los agentes del Batallón de Operaciones Especiales (BOPE) de la Policía Militarizada y los fusileros navales entraban arma en ristre en los oscuros y apretujados callejones de las barriadas de Manguinhos, Jacarezinho, Mandela y Varginha, convertidas en centros de distribución y consumo de drogas.