Vie. Nov 22nd, 2024

* El llanto de los niños puede aumentar el estrés de los pasajeros cercanos.

Una compañía aérea anunció que ofrecerá zonas «tranquilas» libres de bebés en sus vuelos. ¿Deberían seguir el ejemplo todos los aviones y trenes o deben los adultos aprender a convivir con pasajeros infantiles?

A 35.000 pies de altura, el alarido parecido a un claxon de un niño angustiado chirría a través de una cabina presurizada.

Para los viajeros que ya estaban estresados por los interminables controles de seguridad, encajonados en asientos sin mucho espacio y nerviosos por el hecho de estar a tanta distancia de la tierra, es casi suficiente para que deseen romper la ventanilla de Plexiglas y saltar al vacío.

Y también es fuente de ansiedad para los avergonzados padres, quienes tratan desesperadamente de pacificar a su criatura mientras tienen que hacer frente a miradas de desaprobación por parte de los demás adultos.

Una aerolínea ofrece una posible solución

La compañía de vuelos económicos Air Asia anunció que a partir de febrero sus aviones dispondrán de una «zona tranquila» sin costo adicional para pasajeros a partir de los 12 años.

Separados del resto por baños y mamparas, estas siete filas de clase económica deberían ser inmunes al sonido de los berrinches infantiles, según asegura la empresa.

La compañía sigue el ejemplo de Malaysia Airlines, que en abril anunció que restringiría a las familias con niños el viajar en la parte superior de su servicio de Kuala Lumpur a Londres.

Para aquellos sin niños y para los fácilmente irritables, puede ser un alivio.

Al mismo tiempo, muchos padres estarán enojados por la insinuación de que deben ser segregados de otros pasajeros, como si fueran ciudadanos de segunda categoría.

Pero otros adultos acostumbrados a moverse con sus vástagos a rastras pueden captar la idea.

Cathy Winston, de 35 años, que escribe el blog MummyTravels (viajes de mamá) sobre sus viajes con su nena de 10 semanas, está planificando un viaje para las dos a la isla española de Lanzarote en noviembre.

Está decidida a que su amor por los viajes no se vea restringido. Pero cree que un compartimento dedicado a las familias al menos implicaría que no tendría que preocuparse por las miradas de reproche de los demás.

«Sé, desde antes de tener a mi hija, lo que es intentar dormir y que haya un bebé que llora», dice.

«Si supiera que toda esa gente de mi alrededor había elegido sentarse allí, sentiría menos estrés».

Compartimentos silenciosos

Hasta el momento, el sonido de bebés ruidosos o angustiados era algo que se esperaba que todos los usuarios del transporte colectivo pudieran tolerar.

Habitualmente, los operadores de transporte británicos que ofrecen «compartimentos silenciosos» instruyen a los pasajeros para que no utilicen sus teléfonos y para que se aseguren de que sus dispositivos de música no los escuchen otros pasajeros, pero no se hacía mención a la contaminación sonora infantil.

Lo que sí parece claro es el apoyo público a la segregación.

En abril, un estudio hecho con 1.666 adultos británicos, elaborado por Jetcost.co.uk, indicó que un 53% respalda que haya vuelos libres de niños.

Una encuesta de Tripadvisor de agosto constató que más del tercio de los británicos estaría dispuesto a pagar algo más para volar sin la presencia de niños.

Pero aunque las aerolíneas podrían, presumiblemente, cargar una prima considerable por el privilegio de contar con compartimentos sin niños, pueden surgir dificultades logísticas.

En aviones más pequeños, con una disposición de asientos diferente a la de Air Asia y Malaysia Airlines, aislar el sonido de niños que lloran no será siempre práctico. Fletar vuelos sólo para adultos puede traducirse en una reducción de los clientes disponibles y, por tanto, tener un impacto negativo sobre los beneficios.

Y quizá lo más importante, aplicar la segregación puede suponer el riesgo de enfurecer a las familias que resienten la idea de que los traten como a ciudadanos de segunda.

Después de todo, no hay horarios o compartimentos separados para adultos que alteran la paz y calma de otros con sus ronquidos, por ejemplo, o que se quitan los zapatos y hacen que todos los compañeros de viaje respiren sus malos olores.

Si bien puede ser motivo de debate, parte de lo que se sabe cuando se viaja en clase económica o con aerolíneas de bajo costo es que hay que aceptar los irritantes hábitos de los demás en espacios pequeños.

Simon Calder, editor de viajes de Independent ha llevado a sus dos hijas de viaje por el mundo con él. Clader cree que las familias que pagan sus billetes no deben ser discriminadas.

«Yo creo profundamente que la gente necesita ser tolerante», dice. «Quienes tienen un problema con los niños en los vuelos necesitan superarlo.

«Si no les gusta, tengo una palabra para ellos: tapones. Vivimos en el siglo XXI donde la gente tiene iPods».

Quizá, mientras escuchan, pueden hacer sonar una nana.

FUENTE: BBC NOTICIAS