El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, se ha propuesto alcanzar un acuerdo de paz con las FARC, a las que ha ofrecido diálogo desde su llegada al poder en 2010, al tiempo que ha mantenido las operaciones militares contra esa guerrilla.
En su discurso de investidura, el 7 de agosto de 2010, Santos dejó claro que estaba «abierto» a dialogar con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), pero puso condiciones: renunciar previamente «a las armas, al secuestro y al narcotráfico».
«No se puede tirar al mar la llave de la paz», insistió Santos, unas palabras que no ha cesado de repetir en sus dos años de gobierno.
También respondió así al entonces máximo líder de la guerrilla, Guillermo León Sáenz, alias «Alfonso Cano», quien días antes de la investidura le propuso, en una carta pública, «conversar» para superar la «terrible situación» que vive Colombia tras casi 50 años de conflicto armado.
En un mensaje ambiguo pero astuto, Santos, erigido como el gran protagonista de este proceso de paz, lanzó su primer guiño porque, mientras exigía a las FARC su desarme e invitaba a las bases guerrilleras a la desmovilización, no cesó los golpes militares.
Sólo un mes después, el 23 de septiembre de 2010, anunció desde Nueva York, donde asistía a la Asamblea General de la ONU, que las fuerzas armadas colombianas habían acabado con la vida de Víctor Julio Suárez, alias «Mono Jojoy», el histórico jefe militar de las FARC.
«Ha caído el símbolo del terror», dijo a los mandatarios de todo el mundo Santos, quien pasado un año, el 4 de noviembre de 2011, hizo público otro golpe definitivo: la muerte del máximo líder, «Alfonso Cano».
Esos reveses para la guerrilla habían seguido a otros, como la muerte de su número dos, «Raúl Reyes», en 2008, también a manos del Ejército y cuando Santos era ministro de Defensa de Álvaro Uribe.
Un paso definitivo lo dieron las FARC, ya con su cúpula diezmada, en febrero de 2012, fecha en la que pusieron en libertad a los últimos policías y militares que tenían en su poder y anunciaron que renunciaban al secuestro como arma política.
Con una mano en la maquinaria de guerra y la otra en unas conversaciones secretas, Santos reveló el 26 de agosto pasado que su Gobierno había alcanzado un acuerdo con la guerrilla tras seis meses de encuentros exploratorios en La Habana.
El objetivo, confesó, es abrir un diálogo formal la próxima semana en Oslo que lleve al fin del largo conflicto.
Para los analistas, esta coyuntura se da en momentos en que las FARC están militarmente debilitadas, pero al tiempo el Gobierno entiende que por la vía militar no se acabará el conflicto.
Y es que si bien la guerrilla ha reducido de 20.000 a unos 8.500 sus combatientes en una década no se puede obviar que aún tiene capacidad para generar zozobra en Colombia, especialmente por sus ataques a la infraestructura económica en un país que atrae mucha inversión extranjera y tiene gran potencial de crecimiento.
Con el anuncio del proceso de paz, el presidente dio otra sorpresa al explicar que las negociaciones contarán con Noruega y Cuba como garantes y anfitriones; y con Venezuela y Chile como acompañantes.
Y es que Santos había dicho multitud de veces que el conflicto de su país es un problema interno que se iba a resolver entre colombianos.
Una de esas ocasiones se presentó el 30 de enero pasado, poco después de que las FARC y la segunda guerrilla colombiana, el Ejercito de Liberación Nacional (ELN), pidieran mediación a la recién nacida Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
Pero Santos consideró «inconveniente» la participación de personas, grupos o gobiernos «tanto nacionales como extranjeros» por considerarlo «contraproducente».
«Lo mejor a estas alturas es que no hagan nada, que no se metan, que esperen a que si el día de mañana, como lo hemos dicho tantas veces, se presentan las circunstancias adecuadas, ya veremos cómo procedemos», matizó.
El secretismo, el manejo que le ha dado Santos al diálogo exploratorio y la esperanza generada por este nuevo intento de paz ha hecho aumentar la popularidad del presidente.
Según un sondeo de Datexco, difundido el 28 de septiembre, su popularidad aumentó 18 puntos hasta el 62,97 %, un salto que correspondió, según el presidente de esta encuestadora, César Valderrama, al anuncio del proceso de paz.
El jefe del Estado se ha fijado como plazo junio de 2013 para obtener acuerdos concretos, fecha en la que todo parece indicar se sumergirá en la campaña para su reelección de cara a los comicios del año siguiente. EFE