El progreso que debiera representar Petróleos Mexicanos (Pemex) en las ciudades donde tiene instalaciones, chocó de frente con el riesgo que también significa esa vecindad con asentamientos humanos cuando un percance.
Ayer un, aparente, descuido humano en el Centro Receptor de Gas y Condensados de Pemex Exploración y Producción (PEP), instalación ubicada en Reynosa, provocó un estallido e incendio que dejó como saldo 26 trabajadores muertos, así como 46 lesionados.
Sobre el final de la jornada la paraestatal reconoció que 7 empleados más permanecían en calidad de desaparecidos, lo cual ayuda a imaginar la dimensión del accidente ocurrido el martes por la mañana. La situación obligó a la presencia de directivos de Pemex, así como autoridades locales.
Al lugar del siniestro acudieron, el director general Juan José Suárez Coppel; el director de Exploración y Producción, Carlos Morales Gil, así como el gobernador Egidio Torre Cantú; además del dirigente del gremio petrolero, Carlos Romero Deschamps.
Con argumentos cargados de un lenguaje técnico se explicó lo ocurrido en la planta de Reynosa, aunque lo cierto es que este tipo de accidentes en instalaciones donde se procesa petróleo y gas, ya son frecuentes.
En poco más de 30 días, suman cuatro percances en instalaciones de Tamaulipas, la mayoría con saldo funesto, lo cual obliga a la paraestatal a responder con prontitud sobre las causas que originan dicha racha de acontecimientos negativos.
Es la otra cara de la moneda en las ciudades donde se ubican instalaciones de Pemex, sobre todo en las que asentamientos humanos tienen una colindancia tan cercana que los separa apenas una calle.
Por fortuna, lo ocurrido en Reynosa fue distante de la mancha urbana, aunque el saldo del accidente termina siendo lastimoso, por donde quiera que se le vea, al terminar el recuento de pérdidas en decenas de muertos.
El llamado de atención para las autoridades de los distintos órdenes de gobierno. Acá aún no se ahoga el niño, por lo que aún es tiempo de atenderlo y al mismo tiempo tapar el pozo, lo que significa que los protocolos de reacción ante una emergencia deben de estar bien afinados, sin regateo de recursos para dotar de lo necesario y hasta más, a lo cuerpos de protección, en tanto que los diferentes mandatarios hacen su parte en exigir mayor seguridad al interior de los centros refinadores y plantas procesadores de derivados petrolíferos.
FUENTE: MILENIO