En el año 1845, Sir John Franklin, capitán de la Marina Real Británica, condujo a 128 hombres en dos barcos blindados de vapor, el ‘Erebus’ y el ‘Terror’, hacia el Ártico, lugar donde después de un algún tiempo de viaje desaparecieron. El viaje fue la culminación de cuatro siglos de intentos fallidos de navegar por el Paso del Noroeste -una ruta directa que va desde Europa hacia Asia atravesando el océano Ártico- y permanece en la memoria como una de las mayores tragedias en la historia de la exploración polar.
Hoy en día, una tragedia ártica mucho mayor está en pleno desarrollo: el casquete polar del Ártico se derrite. El mes pasado, después de décadas de descenso, alcanzó su nuevo nivel más bajo. En efecto, la zona del casquete polar se ha reducido a la mitad desde la década de 1980, época en la que el hielo marino de verano aún se extendía sobre aproximadamente unos siete millones de kilómetros cuadrados, en contraposición a menos de cuatro millones en la actualidad. Es probable que hoy en día tenga un tamaño menor al que ha tenido durante al menos un milenio y medio (at least a millennium and a half).
En 2007, el Paso del Noroeste estuvo por primera vez libre de hielo desde que se puede recordar. Desde entonces, embarcaciones de todos los tamaños -incluyendo barcos cruceros- navegan con facilidad a través de este paso durante los veranos.
Walt Meier del Centro Nacional de Datos de Hielo y Nieve de los Estados Unidos (National Snow and Ice Data Center) describe el actual casquete polar como «hielo picado». Y, dicho casquete cada vez se torna más delgado. En las últimas tres décadas, su volumen se ha reducido en aproximadamente tres cuartas partes. En palabras de Louis Fortier de la Universidad de Laval, «hemos recorrido ya tres cuartas partes del camino que nos lleva a tener veranos sin hielo en el océano Ártico».
Además de la pérdida de hielo marino, los datos provenientes del satélite muestran que el manto de hielo continental de tres kilómetros de espesor de Groenlandia también se derrite a una velocidad récord. En julio, 97% de la superficie del manto se encontraba afectada. El escurrimiento de agua de deshielo en Groenlandia occidental fue tan fuerte que arrasó un puente vial importante que se encontraba sobre el río Watson.
Esta pérdida de hielo, causada en gran parte por el calentamiento global inducido por el hombre, tiene profundas consecuencias ambientales, geopolíticas y económicas.
Para empezar, el agua de deshielo de Groenlandia fluye hacia el océano, lo que eleva los niveles del mar en todo el mundo. A medida que las temperaturas han aumentado, la subida del nivel del mar se ha acelerado desde un centímetro por década a principios del siglo XX a más de tres centímetros durante cada una de las dos últimas décadas -un aumento total de casi 20 centímetros desde el año 1900-. No obstante parecer pequeñas las cifras, la subida aumenta significativamente la probabilidad de inundaciones severas a lo largo de las costas vulnerables en todo el planeta.
El agua de deshielo de Groenlandia es responsable de una quinta parte de la subida del nivel del mar a nivel mundial durante la última década. Si el manto de hielo de Groenlandia se derrite por completo, los niveles del mar se elevarían en siete metros -lo que significa que no podemos darnos el lujo de perder ni siquiera una pequeña fracción del manto de hielo-. Entre tanto, los datos provenientes del satélite muestran que el manto de hielo de la Antártida, que es diez veces más grande que el de Groenlandia, también está perdiendo hielo.
La desaparición del hielo del océano Ártico también afecta a la atmósfera. Menos hielo refleja menos luz solar, y más mar abierto absorbe más calor, que luego se libera a la atmósfera, afectando los patrones de viento y presión a lo largo y ancho del hemisferio norte.
En un estudio reciente (recent study), Jennifer Francis y Vavrus Stephen demostraron que la corriente en chorro del polo del hemisferio norte, una corriente de aire que fluye sobre la zona comprendida entre las latitudes medias y septentrionales de América del Norte, Europa y Asia, ha comenzado a mostrar meandros de mayor tamaño y más persistentes. Esto aumenta la probabilidad de eventos climáticos extremos, como por ejemplo la ola de calor de Rusia y las inundaciones de Pakistán en el año 2010, que afectaron a millones de personas.
Para exacerbar aún más el problema, la desaparición del hielo marino en el Ártico ha desencadenado una carrera por obtener recursos que recientemente se han hecho más accesibles, especialmente combustibles fósiles, que son la causa principal del calentamiento global. (Incluso la desaparición del hielo ha reavivado los esfuerzos por encontrar los restos de los barcos perdidos de Franklin.)
La reciente Evaluación Global de la Energía (Global Energy Assessment), publicada por el Instituto Internacional para el Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA), muestra que es factible tecnológica y económicamente luchar contra el calentamiento global, mientras que al mismo tiempo se proporcione energía asequible en todo el mundo. Pero la transformación de la energía debe comenzar ahora. Cuanto más se prolongue la negación por parte de los intereses poderosos acerca de la contribución que tiene la humanidad en el calentamiento global, tanto más difícil será detener y revertir sus efectos. Aún quedan esperanzas en que las imágenes satelitales (satellite footage) del deshielo del Ártico sirvan de inspiración para que se lleven a cabo medidas radicales.
Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.
Stefan Rahmstorf
Catedrático de Física del Océano en la Universidad de Potsdam y director de departamento en el Instituto de Investigación sobre el Impacto Climático de Potsdam. Su libro más reciente es ‘The Climate Crisis’.
FUENTE: ELTIEMPO.COM