Un antibiótico natural descubierto en los años 50, la piridomicina, ha abierto una nueva vía de investigación para luchar contra las cepas de tuberculosis resistentes a los tratamientos habituales, especialmente aquellas que recientemente han afectado a Norteamérica, Sudáfrica y Rusia.
Según una investigación publicada este lunes y realizada por científicos de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, la piridomicina es un producto natural que logra eliminar el bacilo de Koch o bacteria «mycobacterium tuberculosis», principal responsable de la mayor parte de los casos de tuberculosis y en algunos casos resistente a antibióticos usados tradicionalmente.
«Este tratamiento natural inhibe una enzima vital de la misma manera que los mejores antibióticos corrientes, pero de una forma suficientemente diferente como para lograr combatir las cepas resistentes a los antibióticos corrientes», aseguró en un comunicado el director del Instituto Global de la Salud de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, Stewart Cole.
Este investigador manifestó que se ha redescubierto un viejo antibiótico, extraído de un microbio presente en el suelo, «que jamás había sido desarrollado, pero que podría combatir las cepas sensibles y resistentes a los tratamientos farmacológicos de la tuberculosis».
En este sentido, aseguró que la estrategia de reconsiderar viejos antibióticos que ayuden a encontrar nuevas pistas para combatir enfermedades «parece eficaz».
Lo más alarmante de la tuberculosis, que mata cada año a 1,4 millones de personas, especialmente en Asia y África, es que varias cepas sean «totalmente insensibles a los tratamientos disponibles actualmente» y limiten la esperanza de vida de las personas que la padecen, según el comunicado.
Este nuevo antibiótico natural sustituiría tratamientos como la isoniazida, un medicamento sintético descubierto en los años 50, que ha perdido su estatus de «producto milagro» al dejar de ser efectivo para algunas de las cepas resistentes de la tuberculosis y obligar a los enfermos a recibir tratamientos de una duración muy prolongada.
Tanto la isoniazida como la piridomicina atacan a la producción del ácido micólico de la bacteria de la tuberculosis, que es un compuesto graso presente en la pared celular de la bacteria que la protege de las agresiones de los medicamentos tradicionales.
Esta sustancia grasa ayuda a la bacteria a sobrevivir a tratamientos farmacológicos de corta duración e incluso la esconde al sistema inmunológico.
La diferencia entre el tratamiento sintético y la piridomicina, es que éste último ataca a la bacteria de la tuberculosis en los casos en que se ha vuelto resistente a la isoniazida.
Cole expresó además que el siguiente paso sería sintetizar y aumentar la disponibilidad de este antibiótico natural con la finalidad de llevar a cabo los ensayos clínicos.
Por otro lado, la nota señala que además de en la lucha contra la tuberculosis, la vuelta a los compuestos de origen natural puede ser una alternativa «particularmente prometedora» en los casos en que los antibióticos sintéticos desarrollados décadas atrás han causado resistencias en un largo espectro de bacterias.
FUENTE: EFE