Cuando habló por primera vez de operar a un feto en el útero materno, allá por 1994, la mitad de sus colegas le tomaron por loco. Hoy en día, el actual jefe del Servicio de Medicina Maternofetal del Hospital Clínic de Barcelona acumula más de 600 intervenciones fetales a sus espaldas, que le convierten en uno de los líderes en esta especialidad en nuestro país.
Esas cirugías forman parte de la cara más espectacular y amable de una especialidad en la que, admite, también se ve obligado a convivir diariamente con el sufrimiento de muchas familias, enfrentadas a malformaciones a menudo incompatibles con la vida. Por eso no elude el debate abierto sobre la modificación de la ley del aborto planteada por el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón: «En estas cuestiones son en las que menos se deberían meter los políticos, porque la legislación debe reflejar la posición mayoritaria de la población que, en esta cuestión creo que es clara».
‘La legislación debe reflejar la posición mayoritaria de la población que, respecto al aborto, creo que es clara’.
Gratacós recuerda que un aborto voluntario por una malformación del feto es una de las situaciones más traumáticas a las que se enfrenta una mujer, «y como sistema público de salud tenemos la obligación de apoyarlas, de evitar que caigan en una situación de desamparo, como ocurre a veces, porque algunos especialistas prefieren quitarse de encima esta situación incómoda».
Al trauma del propio aborto, subraya, se suma en ocasiones la ansiedad que padecen estas mujeres por pensar que pueden volver a pasar por lo mismo en un segundo embarazo. En una especialidad tan estrechamente ligada a la vida y al sufrimiento a partes iguales como la suya, admite, la única manera de ‘sobrevivir’ es tratar de segmentar su propia vida, tratando de dejar las preocupaciones en el hospital. «Vivimos situaciones muy duras, crueles a veces, sufrimos y empatizamos con los pacientes; del mismo modo que cuando una cirugía fetal tiene éxito experimentas un subidón».
500 españolas al año
Esas cirugías intrauterinas, portada a menudo en los medios de comunicación, benefician anualmente a unas 500 españolas; aunque como explica Gratacós no todas las malformaciones fetales requieren cirugía, ni todas son hoy por hoy operables. «Las técnicas de ecografía han mejorado muchísimo y España ha hecho un esfuerzo muy importante para disfrutar de tasas de detección similares a las de nuestros vecinos europeos». Sin embargo, añade, lo ideal sería alcanzar la perfección, «llegar a diagnosticar todos los casos».
Para ello, reconoce, serán de gran utilidad en el futuro los nuevos análisis de sangre que permiten analizar el ADN del feto en una muestra de sangre de la madre. «Esto será una realidad a corto plazo, aunque aún tendrán que pasar muchos años antes de que puedan utilizarse de manera diagnóstica de forma generalizada», admite. De momento, el escenario más realista es que estos análisis sanguíneos se combinen con otras pruebas, permitiendo reducir el número de amniocentesis necesarias. «También tendremos que ver cómo las aplicamos desde el punto de vista de salud pública».
‘No somos una especialidad cara, pero sí que es costoso formar a los especialistas y lograr constituir un equipo’
Precisamente hacia la salud pública vuelve de nuevo su discurso cuando se refiere a lo que cuesta la llamada medicina fetal dentro del sistema de salud público. «No somos una especialidad cara», aclara, «porque contamos con la ventaja de que el feto ya cuenta con su propia UCI». Lo que sí es costoso, reconoce, es formar a los especialistas y lograr constituir un equipo, «porque en cirugía fetal, el resultado depende de la excelencia. Una máquina de resonancia magnética puede costar dos millones de euros, pero formar un buen equipo de profesionales no tiene precio».
Si estas intervenciones dentro del útero materno constituyen el hoy de su especialidad, el mañana va a tener más que ver con la detección de todos los factores externos que afectan a la salud del feto. «Cada vez tenemos más evidencias de la importancia de una buena salud fetal, no sólo en el caso de malformaciones obvias, sino en otros aspectos externos que afectan al feto durante su formación», explica Gratacós. «Cualquier alteración en la programación fetal normal va a afectar a su calidad de vida en el futuro; por ejemplo, sabemos que ciertas patologías fetales incrementan por tres o cuatro el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares en la vida adulta».
La prematuridad y el retraso en el crecimiento fetal (que en muchos casos siguen teniendo un origen desconocido) son los más destacados hoy en día; pero el futuro pasará por conocer mejor la influencia que tienen otros elementos, como la dieta o el peso maternos, la exposición a ciertos tóxicos… «Los genes nos los transmiten nuestros padres cuando nos conciben, pero la forma en que se expresan unos u otros se desarrolla de una manera crítica durante el embarazo», aclara.
«El 10% de los niños tiene trastornos asociados al neurodesarrollo, y sabemos que el 70% de ellos son de origen fetal», añade el especialista catalán. «Si sabemos qué individuos están en riesgo, tendremos una mayor oportunidad para intervenir con éxito a tiempo, cuando la plasticidad cerebral es mayor».
FUENTE: EL MUNDO.ES