Los estudiantes chilenos declaran el inicio “de un nuevo estallido social” y preparan la gran Marcha Nacional por la Educación. Las nuevas movilizaciones están buscando romper con la inercia en la que aparentemente ha caído el movimiento estudiantil de Chile. Los jóvenes prometen continuar con la toma de colegios y marchas callejeras.
“El conflicto estudiantil se encuentra en una especie de empate y un compás de espera”, explica Michael Reid, analista y editor para las Américas del semanario The Economist, quien durante varios meses estuvo en Chile observando de cerca la protesta estudiantil y el riesgo de contagio para otros países latinoamericanos.
Según Reid “lo que está pasando en las últimas semanas es un nuevo brote de protestas de estudiantes de secundaria, con tomas de colegios. Aún parece que estas protestas son mucho más pequeñas que las del 2011. Hay que enfatizar que el grueso del público rechaza las tácticas radicales de tomas de propiedad público-privadas”.
Con esto, Reid se refiere a lo acontecido en las últimas dos semanas en Chile. Los estudiantes de secundaria emprendieron la toma de una decena de colegios en Santiago. La repuesta de los Carabineros fue el lanzamiento de gases lacrimógenos, el uso de carros lanza agua y la detención de más de 240 jóvenes. El pico más alto de la tensión se produjo durante el desalojo del Instituto Nacional, un emblemático centro de enseñanza.
Eloisa González, portavoz de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES), defiende la radicalización de la protesta. “Nuestro reclamo para reformar el sistema de enseñanza en un sentido más equitativo no ha sido oído por el gobierno”, explica.
“En 2011 hubo protestas masivas y constantes, principalmente de estudiantes universitarios y algunos de secundaria. El gobierno de Sebastián Piñera tomó ciertas medidas (…) que le permitieron recuperar algunos puntos de popularidad. La situación se calmó al comienzo del nuevo año académico”, contextualiza Reid, pero advierte no estar seguro “que lo que está pasando en este momento implica una retoma de protestas masivas”.
Ante la efervescencia del movimiento estudiantil, el presidente Piñera ha sido enfático: “A veces en nuestro país se escucha mucho ruido, muchos gritos, mucha violencia y quiero decir que la verdadera forma de avanzar no es con tomas ni con violencia no con bombas molotov”.
La otra cara de la verdad es que es poco lo que se ha logrado con las medidas asumidas por el gobierno de Piñera para responder a las demandas de los estudiantes por una educación gratuita y de calidad.
“Todavía hay un sentimiento bastante difuso en Chile, de descontento con el costo de la educación superior. Se combina la calidad dudosa de colegios y universidades, y la falta de igualdad de oportunidades, en una sociedad que está progresando en muchos aspectos, pero donde se sienten estas frustraciones al no haber la oportunidad para todos de progresar a la misma velocidad.
“Lo que hay es una especie de duda colectiva sobre si el camino que el país ha transitado con mucho éxito en los últimos 20 años va a seguir dando los frutos esperados, sobre todo para esas clases medias emergentes”, señala Reid.
“En su vida anterior Sebastián Piñera pudo haber sido un empresario exitoso, pero no ha resultado ser un político muy hábil. Si bien la economía crece fuertemente, su nivel de aprobación es bajísimo”, refuerza Reid.
En el 2011, los estudiantes chilenos realizaron más de cuarenta marchas y se tomaron centenares de colegios por varios meses.
*Michale Reid es analista británico y editor para las Américas del semanario The Economist. Es autor del libro ´El continente Olvidado´.