Grupos de derechos humanos aseguran que la manera en la que está reaccionando el gobierno ruso al caso de las tres mujeres punks evidencia la naturaleza autoritaria del país.
Una protesta que duró menos de un minuto, un juicio que duró apenas un par de semanas y un veredicto que tomó tres horas para ser leído.
Pero diplomáticos occidentales y grupos de derechos humanos creen que el caso Pussy Riot es la personificación de muchas de las cosas que están mal en Rusia, y también del repentino y peligroso rumbo que parece haber tomado el país desde que Vladimir Putin volvió a la presidencia en mayo de este año.
Un grupo de enérgicas mujeres artistas/activistas se atrevieron a hacer lo impensable: pusieron en práctica sus tácticas de choque en uno de los lugares más sagrados de la principal iglesia de Moscú, la Catedral de Cristo Salvador.
Aunque se trate de jóvenes poco sensatas, muy insensibles a los sentimientos religiosos de los demás, grupos como Amnistía Internacional han señalado que nada de eso justifica haber empleado todo el poder del estado ruso contra ellas.
En lugar de ser multadas por una infracción de orden público, tres de ellas fueron arrestadas y detenidas durante cinco meses antes de ser sometidas a juicio y condenadas por el delito de vandalismo motivado por el odio religioso. Ahora pasarán dos años en una dura colonia penal.
‘Sesgo’
Las Pussy Riot habían estado protestando contra lo que consideraban una relación constitucionalmente dañina entre Putin y el Patriarca Kirill de la Iglesia Ortodoxa Rusa. (La constitución dice que Rusia es un estado laico y que ninguna religión puede ser establecida como la religión del estado).
Grupos de derechos humanos, como Human Rights Watch, dicen ahora que la manera en la que está reaccionando el estado ruso respalda las razones de las mujeres para protestar.
Las autoridades de la iglesia estuvieron entre los que más apoyaron la acción penal contra ellas. A veces el juicio parecía una sesión de algún tipo de corte cuasi-religiosa. A los testigos se les preguntaba si eran miembros practicantes de la Iglesia Ortodoxa.
Había dudas sobre la imparcialidad del juicio. Los abogados de la defensa se mostraron desesperados varias veces ante lo que veían como un sesgo evidente del juez.
Raramente se les permitió interrogar a los testigos de la fiscalía. A la mayoría de sus testigos no se les permitió declarar. El juicio a veces se convertía en un enfrentamiento a gritos entre la abogada defensora Violetta Volkova y la juez Marina Syrova.
Consecuencias
Es por eso que los diplomáticos occidentales en Moscú dicen que este caso ejemplifica la Rusia de hoy.
Rusia dispone de un sistema político en el que el Kremlin da demasiadas órdenes. Los límites del Estado y la Iglesia Ortodoxa Rusa están difuminados.
Y, en el sistema legal, los fiscales y jueces a menudo parecen carecer de cualquier tipo de independencia. A veces los juicios tienen más de farsa que de drama.
Así que el gobierno ruso está siendo objeto de un sinnúmero de críticas, pero la pregunta es qué tanto le preocupa.
En primer lugar, muchos en Rusia se indignaron de manera genuina por la protesta en la catedral. Vladimir Putin espera obtener el apoyo de ese electorado conservador.
Segundo, Putin parece creer que la manera de enfrentar a la disidencia en Rusia en estos momentos es aplicando presión sobre la nueva oposición, en lugar de interactuar con ella.
Y en tercer lugar, la condena internacional podría incluso ayudarle a tener el respaldo de los sectores de la sociedad rusa que todavía desconfían profundamente de Occidente.
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