17 ago (EFE).- El viajero Miquel Silvestre culminó en Nueva York la vuelta al mundo en catorce meses siguiendo, a lomos de su moto «Atrevida», los pasos de exploradores españoles cuyas hazañas cayeron en el olvido para situarlos de nuevo en el mapa.
«Cuando explicaba que la expedición del español Juan Sebastián Elcano fue la primera en circunnavegar el mundo, la gente no lo sabía, y me entró coraje, por lo que intenté rescatar a los exploradores del olvido con una ruta épica, en motocicleta», señaló hoy el español Silvestre en una entrevista con Efe.
A este viajero empedernido, que lleva cuatro años recorriendo más de noventa países encaramado a una moto y consignándolo en libros, reportajes y vídeos, le «solivianta» que «en todas las latitudes» asocien a España exclusivamente con el Real Madrid y el Barcelona.
«Los españoles hemos sido mucho más que dos equipos de fútbol, y por eso emprendí el viaje», aseguró el valenciano (1968), que antes de lanzarse a la carretera trabajaba como registrador de la propiedad.
«Pero no me gustaba esa vida, ya no encontraba inspiración para mis novelas, no tenía cargas familiares, así que ¿por qué no? Me dediqué a ahorrar y de esa manera pude hacerlo», abundó.
Desde julio de 2011 Silvestre ha transitado por cuatro continentes en busca de las huellas dejadas por un embajador de Abderramán II en las tierras vikingas de Noruega, por el jesuita Pedro Páez, que descubrió las fuentes del Nilo Azul, en Etiopía, o por el misionero navarro San Francisco Javier en Goa (India).
El periplo comenzó en las costas de Irlanda, tras los pasos del capitán Francisco de Cuéllar, uno de los náufragos supervivientes de la Armada Invencible, y concluyó en Alaska, en las poblaciones de Córdova y Valdez, los topónimos españoles más septentrionales del mapamundi, ciudades fundadas por Salvador Fidalgo.
Entre ambos puntos median 45.000 kilómetros a bordo de «Atrevida», una BMW GS 1200 bautizada así en honor a una corbeta del mismo nombre que formaba parte de la expedición de Malaspina (1788).
Uno de los jalones más reseñables del viaje fue el desembarco en moto en Filipinas, para reivindicar que Fernando de Magallanes descubrió esas islas en 1521 y España tuvo «presencia allí durante 350 años», subrayó Silvestre.
Lograrlo fue una tarea ardua, ya que no había ninguna guía que explicara a los viajeros cómo moverse por carretera para llegar a la antigua colonia española, y Silvestre tuvo que confiar en las indicaciones de un alemán que conoció en Nairobi (Kenia), quien le explicó cómo hacerlo porque había hecho el trayecto a la inversa.
Tras peregrinar por distintas islas como Borneo, Java o Sumatra, encontró el barco del que le habían hablado, que resultó ser un transporte utilizado por Malasia para deportar a los inmigrantes ilegales a Filipinas tras encarcelarlos, por lo que llegó al archipiélago en compañía de setenta expresidiarios.
Una vez allí, Silvestre vivió el momento más «emocionante» del viaje, cuando se encontró frente a la tumba de Magallanes.
Tampoco se olvidó en su ruta de exploradores contemporáneos, como los alpinistas Iñaki Ochoa de Olza y Tolo Calafat, fallecidos en el monte Annapurna, en cuya memoria recorrió Nepal, llevando de paquete a su madre de 74 años, quien insistió en personarse en su capital, Kathmandu, para acompañarle en ese tramo.
Silvestre señaló que los episodios de riesgo han sido «aislados», pero que los ha habido, por ejemplo en la frontera entre Kenia y Etiopía, por la que viajó en compañía de la periodista Alicia Sornosa, a quien se le estropeó la moto.
«Le dije que no pasaba nada, pero me asusté, porque ya conocía la zona y sabía que, si caía la noche, existía la posibilidad de que desapareciéramos y no se volviera a saber de nosotros, pero al final nos ayudó un ingeniero chino que estaba construyendo allí una carretera y que se hacía llamar mister Yellow», rememoró Silvestre.
El valenciano aseguró que de esta aventura, que le ha costado «unos 30.000 euros» (unos 36.900 dólares), se lleva la imagen «optimista» de un mundo que le «ha mostrado su mejor cara, ya que, en general la gente es buena o, por lo menos, decente en su mayoría».
Además, recalcó que las nuevas tecnologías han facilitado mucho las expediciones viajeras, dejando su odisea, en comparación con las de los antiguos exploradores, «a la altura de los pigmeos».
Tras una peripecia que le ha cabido en tres maletas y una tienda de campaña («lo único que necesita para «vivir y ser feliz») Silvestre continúa con la vista puesta en el horizonte, concretamente en Sudamérica, dispuesto a internarse más por el mundo, para contar «cómo es y cómo era», y seguir la estela histórica de los exploradores españoles a bordo de una moto. EFE