9 ago (EFE).- El diccionario de sinónimos no alcanza a suministrar adjetivos bastantes para describir las hazañas de un velocista con una pierna más larga que la otra y con escoliosis que a partir de hoy puede estampar en su tarjeta de presentación: «Usain Bolt, atleta legendario».
En su cuarto año de gracia, Bolt, de 25, ha desarmado en el estadio de Stratford a quienes empezaban a dudar de su progresión, a quienes pretendían suplantarlo ya por su compatriota Yohan Blake, la nueva sensación del esprint.
Bolt, cuya morfología (196 centímetros, 76 kilos) se adapta mejor al 200 que al 100, ha tenido que trabajar a fondo los desequilibrios de su cuerpo para alcanzar la excelencia en el esprint.
La simetría perfecta no existe entre los seres vivos. Una diferencia de centímetro y medio entre una pierna y otra nada tiene de particular para un agente de bolsa o un charcutero, pero cuando las extremidades inferiores son la herramienta de trabajo, hay un problema.
La pierna derecha de Bolt es 1,5 centímetros más corta que la izquierda y eso le ocasiona descompensaciones tanto en los primeros apoyos de la partida como en el impulso. Complicadas con una escoliosis, las tensiones le afectan, sobre todo, a la parte baja de la espalda, donde el jamaicano tiene su verdadero talón de aquiles.
A base de tablas de ejercicios abdominales y lumbares, Bolt sobrelleva sus molestias en la espalda, que de vez en cuando le obligan a interrumpir los entrenamientos.
La primera experiencia olímpica de Bolt, con 17 años, fue amarga. No deseaba participar en los Juegos de Atenas 2004 pero le convencieron. En las series de 200 metros notó un pinchazo y cruzó la meta andando. La prensa jamaicana se ensañó con él. Blando y cobarde, le llamaron.
Pasó una breve crisis de confianza, hasta que encontró a Glen Mills, el hombre que hizo del cristobalense Kim Collins, un peso ligero entre los velocistas (1,74 metros, 65 kilos), un campeón del mundo, en París 2003.
Mills le encomendó al doctor alemán Muller-Wolhlfahrt, que le reveló su imperceptible cojera y le invitó a trabajar en ejercicios de compensación, además de fortalecer su espalda en el gimnasio.
Una vez que Bolt recompuso su cuerpo, sus cualidades innatas le otorgaron la supremacía. Si conseguía mover sus largas piernas a la velocidad con que lo hacen otros velocistas más pequeños sería imbatible, especialmente en los 200 metros. Y eso ha ocurrido.
Pero sus deficiencias físicas le pasan factura de tarde en tarde. Bolt sigue visitando con frecuencia la consulta del médico alemán. Lo ha hecho también antes de los Juegos de Londres, después de su doble derrota frente a Blake en los campeonatos jamaicanos.
Los consejos del galeno alemán han vuelto a ser mano de santo. Ahora cuenta en su clientela con el único atleta que ha ganado el doble-doble de la velocidad olímpica. EFE