Romina Tejerina tenía 18 años cuando salió a bailar aquel 1 de agosto de 2002 en su pueblo natal de San Pedro en Jujuy, en el norte de Argentina. Ese día cambiaría su vida para siempre.
Según denunció meses más tarde, esa noche fue violada y como consecuencia de ese ultraje, tuvo un bebé. «De lo único que me acuerdo es del llanto de la bebé y después la imagen de la cara del violador», dijo luego en una entrevista con el diario La Nación, para explicar lo que muchos consideran inexplicable: cómo acuchilló 21 veces a su bebé recién nacido, lo cual le provocó la muerte dos días después.
Ese crimen, cometido el 23 de febrero de 2003, acaparó la atención del público como pocos otros: el juicio de Romina Tejerina, que comenzó dos años más tarde, fue transmitido en vivo por la televisión.
Gran parte de la sociedad respaldó el veredicto: 14 años de prisión por homicidio calificado por el vínculo.
Sin embargo, diversos grupos que abogan por los derechos de la mujer criticaron la condena, al igual que algunos reconocidos artistas y legisladores, y diversas personas que cada 23 de mes se reunían para protestar por la detención de la joven.
Para ellos, Romina fue víctima de sus circunstancias: una adolescente de origen humilde que no contó con las herramientas para hacer frente a un embarazo no deseado y, ante la falta de contención de su familia y la sociedad, cometió el acto más extremo.
El debate por el caso Tejerina se reavivó en las últimas semanas, luego de que la mujer fue liberada al haber cumplido dos tercios de su sentencia.
A pesar del paso del tiempo, la polémica por este crimen continúa. Muchos argentinos criticaron a través de los medios digitales la noticia de la liberación.
En tanto, otros le expresaron a Romina su apoyo y resaltaron cómo este caso permitió poner sobre el tapete una situación de abuso que afecta a muchísimas jóvenes, sobre todo en el interior del país gaucho.