28 jul (EFE).- El kazajo Alexandr Vinokourov, del Astana, se ha proclamado nuevo campeón olímpico de ciclismo en ruta, al vencer hoy en The Mall londinense por delante del colombiano Rigoberto Urán, que tocó la gloria dorada pero se tuvo que conformar con la plateada.
Vinokourov, que releva en el palmarés al español Samuel Sánchez, tendrá una retirada dorada, algo hasta hace muy poco impensable. El pasado año estuvo más cerca de la retirada que de la continuidad, pero finalmente optó por no arrojar la toalla. Merced a su inteligencia táctica y potencia, puede dejar el ciclismo en activo, si es que no vuelve apostar por seguir, con un oro y con la condición de campeón olímpico de la prueba más veterano.
El kazajo superó con su potencia habitual, inconfundible, en los últimos metros a Urán, con el que se había escapado a poco más de siete kilómetros de la meta, instalada en las cercanías de Buckingham Palace.
Ante la falta de acuerdo en el resto de componentes del grupo que estaba escapado, ambos se jugaron el triunfo y el kazajo se mostró mucho más poderoso.
Urán, del Sky, brilló como nunca en estas citas. Le dio el primer oro al ciclismo en ruta colombiano con otra lección de saber estar, colocación y valentía, a la que le faltó el remate del oro pero no el éxito.
El noruego Alexander Kristoff completó el podio al ganar en el esprint al resto de componentes del grupo que se había escapado del gran pelotón y en el que se encontraban más de veinte hombres, muchos ilustres del pelotón internacional, entre ellos los españoles Alejandro Valverde, Luis León Sánchez y Jonathan Castroviejo.
Lo que se presumía que iba a ser una fiesta del ciclismo británico se convirtió en una inesperada algarabía para los tres medallistas.
Ninguno entraba en las quinielas, que estaban centradas en el equipo de Gran Bretaña, con el tiburón de los sprints, Mark Cavendish, a la cabeza, y el ganador y el segundo del Tour, Bradley Wiggins y Chris Froome, y David Millar, como escuderos de lujo.
Todos apuntaban a Cavendish, vigente campeón mundial, como el más firme candidato al oro, pero, como habían advertido la mayoría de los rivales la clave para neutralizar al ‘imperio británico’ era endurecer la carrera.
Y así ocurrió, porque desde los primeros kilómetros, al amparo de un ataque del holandés Lieuwe Westra, se formó un nutrido grupo de una docena con corredores como el belga Jurgen Roelandts, el italiano Marco Pinotti, el japonés Fumiyuki Beppu, el ruso Denis Menchov, el australiano Stuart O’Grady, el estadounidense Tim Duggan, el joven español Jonathan Castroviejo, el esloveno Janez Brajkovic, el suizo Michael Schar, el propio Kristoff y el surcoreano Sungbaek Park.
Antes de llegar al circuito de Box Hill, al que el pelotón tenía que dar nueve vueltas y se encontraba la única dificultad orográfica, incrementaron su ventaja mientras todos los equipos dejaron el control a Gran Bretaña, que tuvo como escuderos a los componentes del bloque alemán, al que le venía bien también una llegada masiva con Andre Greipel.
Una caída, en la que se vio inmerso entre otros el español Fran Ventoso, quien regresó a la prueba con un golpe en la rodilla, alteró la tranquilidad del pelotón, pero fue por poco tiempo, si bien la ambición de dos de los grandes del panorama internacional, el italiano Vincenzo Nibali y el belga Philippe Gilbert, elevó la exigencia para los compañeros de Cavendish.
El paso de los kilómetros no mermó la ilusión de los escapados ni la ambición de Nibali, tercero en el último Tour, y Gilbert, todo un experto en clásicas y cuya actuación fue a la postre clave para la resolución de la prueba y el fin de las esperanzas británicas.
Nibali y Gilbert consiguieron por fin escaparse del gran grupo a falta de más de cien kilómetros. El suizo Gregory Rast, el ucraniano Andriy Grivko, el holandés Lars Boom, el italiano Luca Paolini, el francés Sylvain Chavanel, el neozelandés Jack Bauer, el danés Jakov Fuglsang y el checo Roman Kreuziger, pusieron tierra de por medio ante el consentimiento de los anfitriones y de los alemanes.
El trabajo de los corredores que encabezaban la prueba era encomiable, igual que el de Nibali, Gilbert y compañía, que unieron los dos grupos a falta de setenta kilómetros sin que el pelotón, siempre con los británicos delante, pudiera bajar de los 50 segundos de diferencia.
Gilbert dio uno de los grandes primeros golpes de gracia a la prueba con un demarraje seco que sorprendió a los demás compañeros. El belga en este tipo de pruebas se escribe con letras mayúsculas, aunque su misión era endurecer la carrera para mermar las fuerzas de los británicos.
Lo consiguió plenamente, porque aunque fue cazado acabó con las ilusiones de una llegada masiva. Además, desde el pelotón se escaparon en la última subida hombres como Valverde, Luis León y el suizo Fabian Cancellara.
Este grupo enlazó con la cabeza de carrera y se formó un paquete importante. Por detrás, con Froome y Wiggins fundidos, y sin mucha colaboración germana, no podían recortar lo suficiente los británicos, que a 34 kilómetros estaban a un minuto.
El extenso grupo puntero comenzó la guerra de guerrillas con veinte kilómetros por disputarse, justo después de que Cancellara, que a la vista de cómo se encontraba la carrera se presentaba como el gran favorito, se cayera en una curva y se topara con una valla.
Sin el helvético, la armada suiza dejó de trabajar para llevar un ritmo alto y el festival de ataques fue continuo hasta que a siete kilómetros Vinokourov y Urán decidieron marcharse sin la oposición del resto de escapados.
Ni siquiera los españoles presentes en la fuga, que además tenían grandes opciones, pudieron responder. Jonathan Castroviejo, escapado desde el principio y que había hecho un trabajo espectacular, se desfondó y Valverde y León, como el resto se tuvieron que conformar con jugarse el bronce mientras Vinokourov se imponía a Urán.
Los dos murcianos no pudieron rubricar el buen trabajo de todo el bloque, encabezado por Castroviejo, el benjamín del equipo que entró por las bajas de Óscar Freire y Samuel Sánchez, al que una caída en el Tour le impidió estar en condiciones para defender el oro que se colgó junto a la Gran Muralla china en 2008. EFE