Rubén Darío Insúa le dio una dura lección a Jorge Fossati. Le mostró sin aspavientos, -clásicos en el estilo y comportamiento del uruguayo-, que la humildad es un buen aditamento en el funcionamiento táctico de un equipo.
El ‘Poeta’ leyó el partido con enorme criterio. Asestó una auténtica puñalada en el arranque con el gol de Iván Borghello y luego custodió con extremo orden y solvencia su perímetro defensivo y la zona de gestación. Dio rienda suelta al contraataque y se metió de cabeza en la final del certamen nacional, aun jugando gran parte del encuentro con 10 hombres, por expulsión de Michael Castro, que se pasó de revoluciones y vio la tarjeta roja.
El triunfo azulgrana fue conquistado con el corazón. Con valor y coraje. Con actitud y agallas. Virtudes que el plantel universitario las tiene archivadas en los últimos compromisos, salvo ante Vélez Sarsfield, en el que la plantilla de la ‘U’ regaló una noche esplendorosa a su hinchada, haciendo gala de buen juego, casta y contundencia en la etapa complementaria. Antes y después cayó en un ciclo amnésico. Ha sido muy pobre el trabajo colectivo del once de Fossati. En el campeonato local, hace cuatro partidos que no marca un gol. El técnico charrúa se equivocó en la mecánica, en el método para optimizar los recursos del plantel a su cargo.
Regaló puntos vitales, colocando formaciones inconsistentes en los encuentros frente a Macará. En el Bellavista y en Ponciano. Puso una débil formación ante el Quito en el Atahualpa y resignó dos unidades de oro. Y el lunes, cuando quiso recomponer la ‘chambonada’ que desenvolvió en la liguilla, colocando a lo mejor de su arsenal, se dio cuenta que no alcanzaba, porque la suspensión del ‘Taca’ Bieler’ y la ausencia insustituible del ‘Rambert’ Vera, le quitaron poderío a su engranaje.
La derrota marcó el adiós a la posibilidad de luchar por el cetro, aunque los amantes de los números ficticios, sostengan que existe una posibilidad. Existe, pero es imposible que se materialice. Es una guerra perdida. En el campeonato, el único trofeo que queda a disposición, es ganar el tercer puesto para no mirar la Copa Libertadores de América por televisión. Es un balance pobre, y Fossati debe hacerse cargo de este fracaso. No tuvo olfato para aprovechar la ventaja espectacular con la que llegó a la liguilla y se le ‘durmió el diablo’ al confeccionar las formaciones.
Ahora queda la Copa Sudamericana, como la tabla de salvación de un año que tiene signos de derrota y frustración. En Montevideo frente a River, el nivel general cayó en un pozo y el revés llegó con alta dosis de peligro. No alcanzó otras cifras, porque la fortuna estuvo como aliada de la desconcentración y el escaso espíritu de lucha. Mañana ante River se juega la movida del año. Solo saltando a la final de la Sudamericana, la tribuna olvidará tanta inoperancia. A sudar.
Por: Raúl Cruz Molina