25 may (EFE).- Su carrera como entrenador del Barcelona empezó en Premià, con Pedrito como titular del filial de Tercera División. Y con Pedro en el once inicial la ha acabado esta noche en Madrid.
Precisamente el punta canario, el futbolista que Guardiola rescató de la nada para invitarlo a participar en el mejor Barça en sus 113 años de historia, fue el héroe de una nueva final, esta vez de Copa del Rey y de nuevo ante el Athletic.
Porque la ‘era Guardiola’ empezó en Valencia, con una exhibición en la final copera de Mestalla, el 13 de mayo de 2009, y ha acabado cuatro años después, con un nuevo canto al fútbol del conjunto azulgrana en la capital de España.
Porque el ‘Pep Team’ se conjuró esta noche para ofrecerle a su técnico, el día de su despedida, su mejor versión, aquella que le ha convertido en el mejor equipo del planeta.
La afición culé, unos 18.000 valientes que, de nuevo en minoría respecto a los seguidores del Athletic, animaron sin cesar al equipo desde el fondo sur del Calderón, ya intuía que esto podía pasar. Que Guardiola y sus chicos no fallarían hoy.
Así, entregados al entrenador más laureado de la historia del club, fueron numerosas las pancartas de apoyo, cariño y agradecimiento a estos cuatros años en los que el ‘noi de Santpedor’ se ha dedicado en cuerpo y alma al Barcelona, hasta sentirse vacío, como el mismo reconoció cuando anunció su adiós.
«Gracias Pep. El ciclo continuará», aseguraba unos de esos escritos. Y si la continuidad del ciclo depende de partidos como el de hoy, el autor o autora de la pancarta en cuestión no puede tener más razón.
Y mientras, Guardiola a lo suyo. Empezó sentado en el banquillo, aparentemente tranquilo, pero el gol de Pedro a los 3 minutos lo despertó. Cinco minutos después, ya estaba de pie, en el área técnica dando instrucciones a Messi.
A partir de ahí, esa fue la tónica habitual durante todo el partido, especialmente en la segunda mitad, cuando pedía constantemente a sus hombres que no perdieran la concentración o consultaba esto o aquel cambio con su segundo, Tito Vilanova.
A falta de veinte minutos del final, con el título ya en el bolsillo, la afición culé empezó a corear su nombre, y lo volvería hacer durante la celebración del título.
Fue un 3-0 sin paliativos. En la final de su adiós y, curiosamente la más fácil de las que ha vivido como entrenador. Cuando el partido acabó, Guardiola se fue a abrazar, uno por uno, a todo su equipo técnico, especialmente a su amigo Manel Estiarte, que deja el club junto a él, y a su segundo, Tito Vilanova, que tomará las riendas del equipo la próxima temporada.
Luego se fue a por sus jugadores, con los que se fundió en un abrazo también de forma individual. Especialmente intenso fue el que le dio Messi, el futbolista al que ha convertido en el mejor del planeta y que esta temporada, bajo su mando, ha hecho nada menos que 73 goles. También fue cómplice el que le dio a Piqué, a quien le susurró alguna cosa al oído.
La escena fue el preludio a la celebración posterior, a la vuelta de honor, en la que Pep se echó a un lado para ceder el protagonismo a sus jugadores, y a la entrega del trofeo, el decimocuarto en su carrera como técnico, de diecinueve posibles.
Porque no hay que olvidar que nadie ha ganado tanto en tan poco tiempo. Que ningún entrenador jamás ha calado tanto en un club, por imagen, estilo de juego y resultados, como Pep Guardiola lo ha hecho en el Barcelona. EFE