26 abr (EFE).- Cada vez que un equipo necesita alcanzar una proeza, suele colocar toda su fe y esperanza en la máxima estrella, ese tipo de jugador del que se espera todo y al que no se le perdona el más mínimo fallo.
Pero los astros también pueden quedarse sin luz, apagados por la enorme responsabilidad que pesa sobre sus hombros, ya sean «biónicos» como Cristiano Ronaldo o «electrizantes» como Leo Messi.
Cristiano, en el lanzamiento de penaltis tras la prórroga, y Messi, durante el partido, fallaron en el momento clave y el Real Madrid y el Barcelona aparcaron la que hubiera sido la segunda final española de la Liga de Campeones, tras la de 1999/2000 que los blancos ganaron al Valencia en París (3-0).
Tanto los equipos como los aficionados y la prensa de Madrid y Barcelona depositaron en sus iconos Cristino y Messi, los dos mejores jugadores del mundo, la resolución de la eliminatoria ante el Bayern Múnich (2-1 en la ida) y el Chelsea (1-0).
No había más que leer los titulares de la víspera para comprender el grado de responsabilidad que se confiaba a ambos. «Tú no falles», decía la portada del «Marca» del martes dirigiéndose a Cristiano para que no repitiera el error de Messi en el penalti del minuto 47 el día anterior ante el Chelsea (2-2).
Cristiano respondió al reto y firmo dos goles en ocho minutos, el primero de penalti a los seis de juego y el segundo en el 14. El ex madridista Arjen Robben acortó, también de pena máxima, en el 27. Ya no marcó nadie más. Tras la prórroga, llegó la tanda de penaltis.
A la estrella portuguesa le tocó la misión de lanzar el primero del Madrid después de que Alaba batiera a Iker Casillas. Neuer se lo paró y la noche presagiaba tormenta. Fallaron Kaká y Sergio Ramos, Casillas detuvo dos y Schweinsteier convirtió el que borró el sueño de la «décima» para el Madrid.
Nadie podía imaginar un fallo de Cristiano, sobre todo porque esta temporada había anotado todos sus lanzamientos de pena máxima.
La confianza de Barcelona y Madrid en la capacidad anotadora de sus estrellas venía avalada por la mayor pugna que se haya registrado jamás en una liga nacional por el entorchado de máximo artillero: a falta de cuatro jornadas, Cristiano suma 42 goles y Messi 41.
A diferencia de «La Pulga», Cristiano cumplió con dos dianas, pero se topó con Neuer en la serie de penaltis.
El líder blanco ya había vivido una circunstancia parecida en la Liga de Campeones, aunque terminó felizmente.
Ocurrió en la final de 2007/08 cuando militaba en el Manchester United. Cristiano logró el primer gol del partido en el m.26, que igualó Lampard en el 45. Ya no se movió el marcador. En los penaltis, el astro luso, «Bota de Oro» ese año, falló el tercer lanzamiento. Por suerte sus compañeros acertaron y el United conquistó su tercera Copa de Europa.
«Creí que perdíamos, creí que era el peor día de mi vida», dijo el portugués entonces.
Seguramente fue la misma sensación que sintió anoche al no poder batir a Neuer.
Messi y Cristiano ilustraron la grandeza del fútbol, la que puede convertir en unos segundos a una estrella en un jugador que falla como cualquier otro.
La historia recuerda a estos astros que dejaron sin ilusiones a sus aficiones en la tanda de penaltis. El italiano Roberto Baggio lideró con sus goles a Italia a la final del Mundial de Estados Unidos de 1994, pero falló su lanzamiento y Brasil se coronó campeón.
David Beckham se ganó la ira de la afición inglesa después de tirar a las gradas el primer penalti de los cuartos de la Eurocopa de Portugal de 2004, en la que el combinado anfitrión accedió a semifinales.
Cuatro años antes, le cayeron las críticas al delantero Raúl, entonces el máximo goleador de la historia de la selección española, por fallar un penalti en el último minuto del duelo de cuartos de final de la Eurocopa 2000 contra Francia que, en caso de acierto, hubiera supuesto el empate y el paso a la prórroga.
El seleccionador español, José Antonio Camacho, grabó una frase que sirve de recuerdo permanente para casos como los de su jugador y los de Baggio, Beckhan, Messi y Ronaldo: «Raúl falló, pero él fue quien asumió la responsabilidad y sólo lo falla quien se atreve a tirarlo». Una «osadía» que normalmente asumen las estrellas. EFE