Pedirle la renuncia al gobernador del Guayas, Roberto Cuero, fue lo que menos se esperaba del Presidente de la República, Rafael Correa. Ya que la corrupción proliferaba en las gestiones de las comisarías de esta provincia. Pagar tributos por debajo de la mesa, para seguir funcionando, parecía que era algo que se quedó en administraciones anteriores, pero siguió siendo el pan de cada día. ¿Hasta cuándo tendremos que agachar la cara por la vergüenza de la corrupción?
¿Qué imagen seguimos dando a nivel internacional?
Definitivamente este fue otro duro golpe al servicio público que tan poca confianza le hemos tenido por años. Lástima por quienes si trabajan a conciencia dentro de las instituciones estatales, ellos también pagarán los platos rotos de nuestra desconfianza.