Durante un operativo de rutina, la policía colombiana ingresó a un almacén para solicitar papeles de identificación y permisos de trabajo.
La menor ecuatoriana al percatarse de la presencia de los uniformados denunció a sus patronos. En este local, organizaba la mercadería, luego atendía a clientes y hacía la limpieza del local. Tenía una extensa jornada de trabajo, que apenas le permitía dormir cuatro horas diarias y sin recibir ninguna remuneración.
La menor que llegó procedente de Bogotá fue recibida por su padre, su tío materno y representantes del INNFA.