8 mar (EFE).- Europa asiste con sorpresa a la clasificación del modesto equipo chipriota Apoel para los cuartos de final de la Liga de Campeones, después de eliminar al Olympique de Lyon, en una proeza que recuerda a la del Villarreal español en 2006.
Nunca antes un equipo chipriota había llegado tan lejos, ya que el fútbol de la isla, salvo en raras excepciones, siempre se consideraba un trámite que facilitaba goleadas para mejorar el balance de los rivales.
El Lyon cayó en los penaltis después de que el tiempo reglamentario finalizara con 1-0, tanto del brasileño Manduca que equilibró el resultado de la ida.
La solidez impuesta por el técnico serbio Ivan Jovanovic y los dos penaltis que paró Chiotis privaron al Lyon de su quinta participación en los cuartos de final del máximo torneo europeo, honor que acabó en el equipo de Nicosia, cuyo presupuesto de 10 millones de euros (13,2 millones de dólares) es el más pequeño de los participantes en los octavos.
El brasileño Michel Bastos falló el penalti decisivo y se sintió tan hundido como el argentino Juan Román Riquelme, la estrella del Villarreal, que dejó el 25 de abril de 2006 al llamado «submarino amarillo» fuera de la final de París.
Riquelme dispuso en el minuto 88 de una pena máxima para cobrar el billete hacia París, pero el guardameta del Arsenal, el alemán Jens Lehmann, adivinó el lanzamiento.
El duelo finalizó con empate a cero. El Arsenal se clasificó porque en la ida había ganado con un solitario gol del marfileño Kolo Touré. Perdió la final ante el Barcelona por 2-1.
El entonces entrenador del Villarreal, el chileno Manuel Pellegrini, dijo que Riquelme estaba afectado por el fallo en el penalti, pero que «lo falló porque lo tiró». «Es un gran jugador que le gusta asumir responsabilidades y cuando se asumen puede pasar que falles», agregó.
Para la historia quedará el aciago recuerdo de aquel penalti, pero también que el Villarreal se ganó un sitio en la competición de clubes más importante del continente, pues su fútbol asombró a toda Europa.
Su mérito fue mayúsculo, como equipo de una pequeña localidad de Castellón de apenas 50.000 habitantes y con el presupuesto más ajustado del torneo.
Seis años después, Europa vuelve a vivir esa misma sensación, pero esta vez gracias a las andanzas del modesto APOEL de Nicosia, otro «submarino amarillo», -comparte con el Villarreal el color de su indumentaria-, que se ha plantado en los cuartos de final de esta edición de la Champions.
Tanto el Villarreal de entonces como el Apoel contaron con la valiosa aportación de varios jugadores latinos para llegar lejos en Europa.
El Villarreal, además, de Riquelme, alineó en el duelo con el Arsenal a los argentinos Mariano Barbosa, Rodolfo Arruabarena y Juan Pablo Sorín, al boliviano Juan Manuel Peña, al brasileño Marcos Senna, luego internacional español, al mexicano Guille Franco y al uruguayo Diego Forlán.
El Apoel formó, además de con Manduca, con los brasileños William Boaventura, Marcelo Oliveira, Ailton, Marcinho y el argentino Esteban Solari. EFE