Jue. Sep 19th, 2024

La muestra de barbarie que encierra la muerte de David Erazo Rojas, hincha de Nacional que falleció en las garras asesinas de un supuesto grupo de hinchas de Liga, integrantes de la «Muerte Blanca, que le tendieron una emboscada en los alrededores de La Delicia, junto a la parada del Metrobus, no puede quedar flotando en la impunidad.

El hecho, que encierra suma gravedad, enluta al fútbol y lo mancha. La violencia demencial, hace mucho tiempo que está instalada en los estadios, a vista y paciencia de las autoridades futbolísticas y de la policía.

Han pasado menos de dos años, desde aquel aciago 17 de septiembre del 2007, cuando una bengala homicida voló a los palcos del Monumental y acabó con la vida de Carlitos Cedeño, un tierno fan eléctrico de 12 años de edad.

Nadie pagó la culpa de esa absurda muerte. Se buscaron pistas, potenciales sospechosos y jamás se encontró al autor de ese crimen. La policía nunca explicó, quién introdujo las bengalas al estadio. La dirigencia de Barcelona guardó silencio y escapó a la responsabilidad. La Federación Ecuatoriana de Fútbol lamentó el hecho y le colocó tierra, siguiendo fiel a su premisa de envolver con humo a cada tema complicado.

Lo ocurrido el sábado, tras el choque entre Liga de Quito y Nacional en la Casa Blanca, no puede quedarse en el olvido. Sostienen varios dirigentes de importantes instituciones futbolísticas, que no hay que mezclar el asesinato con la actividad deportiva.

Es una gran equivocación. La policía descarga su descuido, señalando que es una tarea imposible, acompañar a cada hincha hasta la casa para salvaguardar su identidad. La versión pertenece al Mayor Juan Zapata, vicepresidente de Éspoli y quizá la cabeza más visible y representativa del gremio policial en la faz pública. No se trata de custodiarlos hasta sus domicilios. Se trata de montar operativos serios, que garanticen seguridad en el interior y en los alrededores, antes y después de los partidos. Y más en un choque de alto riesgo, como es un Liga – Nacional.

La Policía dice que identificó al culpable, que en efecto es un integrante de la «Muerte Blanca». Tienen que buscarlo sin treguas y apresarlo. La dirigencia está consciente que ciertos sitios de las tribunas en Quito y Guayaquil, están ocupados por delincuentes, a los que apañan entregándoles entradas, apoyo para viajes y hasta dinero. Saben más que nadie, que aquellos a los que les regalan dádivas, han convertido a las gradas y al anonimato que da el tumulto, en el gran refugio para agredir, drogarse y emborracharse, para luego salir a la calle y asesinar a sangre fría. Es hora de aceptar las culpas y colocar a los maleantes lejos de los escenarios. Por (Raúl Cruz Molina)

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