26 feb (EFE).- Bajo el lema de «no risk, no prize» (sin riesgo, no hay premio), los premios «Independent Spirit» también han sucumbido al encanto silente y sobre el papel imposible de «The Artist», que parece allanar su camino a los Óscar que se celebran mañana apenas unas horas después de arrasar en los César.
Michel Hazanavicius llegó imparable al final de la ceremonia en la que su película ganó cuatro premios -mejor película, director, actor, Jean Dujardin, y fotografía-, ya que acababa de aterrizar su avión tras atender sus obligaciones patrias en la ceremonia de los César.
Con Globos de Oro, BAFTA, premios de la crítica y mejor interpretación en Cannes en su vitrina, la cinta francesa que homenajea sin palabras a los inicios de la industria estadounidense, dejaba así de vacío a la otra gran favorita, la excepcional «Take Shelter», de Jeff Nichols, que también partía con cinco nominaciones.
Los «Independent Spirit» volvían a dejar en entredicho, precisamente, su espíritu independiente respecto a los Óscar, para los que «The Artist» también es una de las favoritas, si bien es cierto que la apuesta francesa, aun apadrinada por Harvey Weinstein, ha sido éxito prácticamente milagroso de un director que tardó siete años en encontrar financiación para su descabellado proyecto.
Por si acaso, los guiños a lo alternativo, a lo marginal o al arte por encima de la industria fueron un leit motiv de la gala: desde el premio a la mejor actriz a una musa de lo independiente, Michelle Williams por «Mi semana con Marilyn», a un escenario más centrado en Nueva York que en Hollywood y a la presencia de John Waters, irreverente y barroco en su precariedad de Baltimore.
«Vine hace diez años con mi propia ropa y mi propio peinado, pero en este lugar no me sentía tan mal», ha dicho la actriz, que se mimetiza de manera espectacular con Marilyn Monroe en el filme.
Pero hoy había altas dosis de glamur corrompiendo ese carácter minoritario de los premios. Con las estrellas más relajadas, pero estrellas al fin y al cabo. Con modelos más cortos y cómodos, pero también de los mejores diseñadores. Y con patrocinadores como Piaget o Audi, la mezcla resulta cuanto menos curiosa.
En una ceremonia más breve que la de los Óscar, se había bromeado sobre las temáticas poco esperanzadoras de las finalistas -cáncer, esquizofrenia, suicidios, depresión, crisis económica- pero finalmente se premió el espíritu optimista y burlón de «The Artist».
En segundo plano quedaban, entonces, «Los descendientes», de Alexander Payne -mejor guión y mejor actriz secundaria, para Shailene Woodley- y «Margin Call», la única cinta que se ha atrevido a abordar la crisis económica, que se ha llevado los premios a mejor elenco y mejor director nobel, J.C. Chandor.
El primero en subir al escenario, además del maestro de ceremonias (un deslenguado Seth Rogen), fue el venerable Christopher Plummer, que sigue arrasando en la pretemporada del Óscar con su interpretación vitalmente crespuscular en «Begginners (Principantes)», premio que recibe a los 82 años.
Rogen se alegró especialmente con el galardón al mejor guión, pues era por una cinta en la que él actuaba, «50/50» y los «Independent Spirit» tampoco cambiaron excesivamente el guión al premiar justamente a la iraní «Nader y Simín, una separación», el premio a la mejor película extranjera, como seguramente sucederá también mañana.
Su director, Asghar Farhadi, ha querido destacar el carácter informal de los premios. «Nunca pensé que recibiría un premio en una carpa playera», ha dicho, en referencia a la ubicación de esta ceremonia, en plena playa de Santa Mónica, donde patinadores y ciclistas se detienen a observar su alfombra violeta.
El cuadro de honor lo completó el mejor documental, que fue «The interrupters», de Steve James. EFE