18 dic (EFE).- Evolucionar para perdurar. Más allá de su contundente triunfo en el Mundial de Clubes, el Barça de Pep Guardiola ha dado un salto más en la revolución constante de su concepto de juego, con un esquema carente de delanteros y con hasta seis centrocampistas ofensivos. Es el Barça de los mediapuntas.
Conceptos como llegar en segunda línea antes del de ocupar una posición. Guardiola ha innovado con un sistema sin delanteros fijos, pero con muchos jugadores llegando desde atrás. La evolución del 3-4-3, del cuadrado mágico, de la WM, un cambio sustancial en la forma de ver y de jugar el fútbol.
Messi, Iniesta, Cesc, Thiago, Xavi y Alves. Bajo la tiranía del rondo y con el rival encerrado en su propia área, los defensas azulgranas -incluido el meta Valdés- son centrocampistas y éstos, a su vez, atacantes. Un 3-7-0 en el que no hay delanteros porque tampoco se necesitan.
Atrás quedaron los especialistas, una rémora obsoleta del pasado. Sin posiciones fijas, el juego culé se despliega entre una apoteosis de movimientos que desconcierta a cualquier rival, sea el Santos, el Real Madrid, el Al Sadd o el Manchester United. El marcaje al hombre es un imposible; el marcaje zonal, una quimera.
Es la evolución constante del libreto de Pep Guardiola, algo que no es nuevo, ya que en cada una de sus cuatro temporadas al frente del equipo ha ido transformando su esquema táctico, con un resultado exitoso: trece títulos de dieciséis posibles.
Echando la vista atrás, el dibujo del primer año de Guardiola al frente del equipo puede ahora resultar incluso arcaico. Por aquel entonces, el Barcelona se desplegaba con un 4-3-3 estricto, rígido, con Samuel Eto’o como punta de lanza.
Un planteamiento mucho más directo y vertical que el actual, con el camerunés como estilete más avanzado y dos extremos veloces pegados a la banda: Messi a la derecha y Henry a la izquierda.
Una temporada después, el fichaje del sueco Zlatan Ibrahimovic supuso el primer intento de modificar el concepto del «cazagoles» que solo se limitase a empujar el balón en la línea de gol.
Quería Pep un «nueve boya» más técnico, que pudiera jugar de espaldas a portería, y con más recursos que el bravo Eto’o, con mayor participación en la elaboración del juego y que contribuyera como uno más al fútbol de salón azulgrana. Quizá el primer eslabón del «nueve mentiroso» que llegaría más tarde.
Pero el controvertido Ibrahimovic nunca supo amoldar su ego al juego coral azulgrana y mucho menos someterse a la batuta de Messi, astro sobre el que gira todo el universo culé. Y su salida rumbo a Milán marcó el tercer paso de la evolución del ideario de Pep.
Desterrada la figura del ariete tradicional, Messi se erigió como falso nueve con libertad absoluta de movimientos. El argentino respondió a la confianza de su entrenador con 53 goles y 24 asistencias, sus mejores registros hasta ahora en el club catalán.
No solo mutó Messi, sino también todos sus compañeros de ataque. El nuevo delantero del Barça debía ser veloz, con desborde, incansable en la presión adelantada y en la recuperación, capaz de adaptarse a cualquier posición, buen finalizador y, sobre todo, disciplinado. Fue el triunfo del «modelo Pedrito».
Bajo esta premisa pareció edificarse el cuarto proyecto de la era Pep, el actual. A los Pedro, Villa, Messi y Affelay como delanteros con ese perfil, se sumaron el chileno Alexis y el canterano Cuenca. Pero Guardiola aún tenía otra innovación preparada. Otra más.
Al Camp Nou han llegado los tiempos del futbolista total. Todos atacan, todos defienden, todos construyen, todos golean. La culminación de una idea implantada por el holandés Johan Cruyff, icono de aquella inolvidable Holanda de los años setenta.
Un nuevo sistema en el que el delantero no tiene sentido porque las posiciones, simplemente, desaparecen. Mientras Mascherano, un centrocampista, es ahora el mejor defensa del equipo, el lateral Dani Alves dio ante el Santos un recital como escudero de Messi.
O el caso de Cesc Fàbregas, quien todos pensaban que llegaba para suplir a Xavi como cerebro y ha acabado siendo el falso nueve perfecto, desterrando además cualquier duda sobre su compatibilidad con Thiago, que, actuando como extremo, enloqueció a la defensa brasileña.
Seis mediapuntas, o seis delanteros pero ninguno al mismo tiempo. Gracias a la defensa de tres, el Barça gana un hombre más en el centro del campo. Y al desterrar al nueve tradicional, suma otro creador más al equipo. Quitar delanteros y defensas.
«Hoy aprendimos que se puede ser ofensivo jugando con un 3-7-0. No siempre hace falta colocar atacantes para llegar a la posición de gol». El resumen es de Muricy Ramalho, el entrenador del Santos. EFE