Una tubería industrial de gasolina con fugas estalló en la capital de Kenia, convirtiendo parte de un barrio pobre en un infierno.
Las llamaradas se extendieron en un radio de unos 275 metros, incendiando viviendas precarias y calcinando a decenas de personas. Posteriormente, las autoridades hallaron huesos ennegrecidos y grupos de cuerpos incinerados, algunos de ellos flotando en un arroyo cercano lleno de aguas inmundas.
Los hogares habían sido construidos justo hasta donde estaba el oleoducto, dijeron los residentes.
El comisionado provincial Njoroge Ndirangu informó que se han recuperado al menos 61 cadáveres, pero advirtió que la cifra de fallecimientos aumentará.
Cerca de allí, una mujer joven se abría paso entre maderos aún en brasas, gritando despavorida. Otros deambulaban entre los restos del desastre, marcando frenéticamente números telefónicos que no funcionaban.
Las brasas aún ardían entre los restos retorcidos de las láminas de hierro corrugado y objetos desperdigados. Había poca visibilidad debido a la lluvia y el intenso humo.
Más tarde, el combustible se había filtrado al arroyo y partes de éste estaban encendidas. La gente en llamas saltaba al pequeño río lleno de desperdicios.
La Cruz Roja efectúa operaciones de búsqueda y rescate. Además estableció dos tiendas para dar primeros auxilios y asesoría psicológica, según Bernard Magila, vocero de la entidad internacional.