Miles de personas permanecen aisladas tras el paso del potente tifón Talas, el más destructivo en los últimos siete años.
El fenómeno tocó tierra el sábado en la isla de Shikoku y avanzó por el oeste con lluvias torrenciales y vientos de hasta 108 kilómetros por hora, hasta alejarse lentamente hacia el norte por el Mar de Japón ya convertido en tormenta tropical.
A su pasó se llevó por delante infraestructuras, desbordó ríos y causó numerosos deslizamientos de tierra en las zonas costeras, donde los equipos de rescate trabajan para intentar restaurar las vías cortadas y acceder a las zonas más remotas.
En la península occidental de Kii, al sur de Osaka y donde se encuentra la provincia de Wakayama, una de las más afectadas, las precipitaciones caídas durante estos días llegaron a dejar el récord histórico de 1.800 milímetros y causaron aludes de barro que sepultaron decenas de viviendas.
En esta zona se ordenó evacuar a más de 16.000 residentes, al tiempo que las autoridades recomendaron dejar sus viviendas a otras 30.000 ante el peligro de avalanchas e inundaciones.
En las provincias de Wakayama, Nie y Nara el tifón dejó sin electricidad a 194.000 viviendas y provocó el corte de 36.000 líneas telefónicas, según datos de las empresas proveedoras.
Por su parte la Agencia Meteorológica nipona mantiene todavía en alerta máxima por tifón a una quincena de las 47 provincias de Japón, aunque en otras, como Tokio, la alerta se había rebajado a aviso de precaución.
Miembros de la Policía y los Bomberos se esfuerzan para llegar a las poblaciones que siguen aisladas.