El huracán Irene, que se desplaza hacia Nueva Inglaterra y Canadá, provocó numerosos daños materiales a su paso.
Aunque no fue la catástrofe de dimensiones históricas de cuya posibilidad advirtieron las autoridades, dejó a 4,5 millones de hogares sin electricidad.
Obligó además a cancelar más de 10.000 vuelos, cerró una de las principales arterias ferroviarias del país y forzó el desalojo de 2,3 millones de personas.
Con ráfagas de viento de hasta 140 kilómetros, Irene se cobró diversas vidas en Carolina del Norte.
Un bombero falleció ahogado en Nueva Jersey, en una misión de rescate. Los fuertes vientos derribaron árboles, que mataron a nueve personas. En Connecticut, el desplome del tendido eléctrico provocó la muerte a otra.
Las autoridades informaron de, al menos, tres accidentes de tráfico mortales provocados por la lluvia.
La empresa ferroviaria Amtrak canceló sus trenes entre Jacksonville, en Florida, y Boston. Solo en la tarde de ayer se comenzaba a recobrar la normalidad en los aeropuertos afectados, aunque se calcula que más de un millón de pasajeros aún están esperando.
La Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey afirmó que los cinco aeropuertos estarán operativos con cierto retrasos y cancelaciones y se recuperará la normalidad gradualmente.