Tras la balacera del pasado sábado, las autoridades mexicanas piden tranquilidad a la afición futbolera.
Corrían 39 minutos del compromiso entre Santos Laguna, en el que milita Christian Suárez, y el Morelia, de Joao Rojas, válido por la sexta fecha del Torneo Apertura del Fútbol Mexicano, cuando varios disparos con arma de fuego empezaron a escucharse a las afueras del Estadio de Santos.
Un minuto después, a los 40, el árbitro del encuentro decidió suspender las acciones y al igual que los jugadores y aficionados, se lanzó a correr por los alrededores de la cancha, hasta encontrar un buen lugar para salvaguardar su vida.
Mientras tanto en las graderías, los hinchas se arrojaron al piso para evitar que algún proyectil los impactara. El miedo se apoderó de todo el escenario.
Así el pasado sábado en la noche se marcaba un hecho insólito en la historia del fútbol. La violencia que trae consigo el narcotráfico, que se intensificó en ese país desde el 2006, llegaba por primera vez a un reducto deportivo.
La ‘balacera’ no dejó ninguna víctima mortal, pero si varios daños en los exteriores de la edificación del cuadro ‘lagunero’.
De acuerdo con un comunicado emitido ayer por el elenco de Torreón, se informó que una cabina de trasmisión de televisión que pertenecía a TV Azteca, recibió un impacto de arma de fuego, produciendo que el vidrio frontal que la recubría, quede completamente destrozado.
Al parecer, el ‘cruce de balas’ se habría suscitado durante una persecusión que sostuvieron tres presuntos narcotraficantes que viajaban en una camioneta negra, y un patrullero que trasportaba a tres policías. En el enfretamiento, uno de los oficiales salió herido.
Según las últimas investigaciones, el móvil del ataque perpetrado a las inmediaciones del cuadro ‘Santista’, no fue dirigido a ninguno de los dos equipos, así lo indicó el alcalde de Torreón, Eduardo Olmos, quien además se comprometió a brindar mayor resguardo policial cerca de todos los reductos deportivos de toda esa ciudad.