Un 26 de 1996, a las 08h00 los ecuatorianos comenzaban su labor como un día cualquiera. Nadie hubiera imaginado que la jornada marcaría la página más importante del deporte nacional. Ese día Jefferson Pérez, un delgado atleta cuencano y hasta ese entonces desconocido, haría llorar de emoción a los 12 millones habitantes de este pequeño país de Sudamérica, al coronarse campeón olímpico en los 20 kilómetros marcha en la Olimpiadas de Atlanta, Estados Unidos. Luego de que el ‘morlaco’ cruzó la meta, a las 09h20, dejo de ser un deportista más y se transformó en una leyenda.
“Hoy hace quince años, luego de entrenar fuimos a buscar uniforme, porque no tenían en la delegación ecuatoriana”, señaló ayer Pérez, en su cuenta personal de Twitter, en alusión a su triunfo del 96.
ANTES DE LA GLORIA
El triunfo de Atlanta no fue casualidad. Al contrario, fue el fruto de años de sacrificio y arduos entrenamientos en las calles de su natal Cuenca. Es ahí donde comienza su historia. Cuando por superar una prueba de educación física de la escuela, decidió que la marcha era lo más conveniente.
En esa época, Luis Chocho, su segundo entrenador lo observó caminar y de inmediato se dio cuenta de las capacidades del pequeño Jefferson. Chocho lo invitó a entrenar con él.
Por aquel entonces (1991) los directivos deportivos se dedicaban a invertir en el club de fútbol de la ciudad, ninguno le hacía caso al atletismo. Sin embargo hubo uno que pensó diferente, Hermel Galán, ex dirigente, comenzó a apoyar a Jefferson Pérez con la comida y la indumentaria.
La situación inicial del joven deportista había mejorado, pero aún tenía necesidades. Entrenaba bajo el frio clima de su ciudad y en ocasiones no tenía los recursos suficientes para salir fuera del país a prepararse.
Pero su enterza y talento innato pudo más. En 1992 se coronó campeón mundial juvenil en la competición realizada en Seúl, Corea.
Su nombre comenzaba a sonar en el medio deportivo del país. Fue entonces cuando pensó que era tiempo de cambiar. Puso su carrera en manos del entrenador colombiano Enrique Peña, quien dio los toques finales a la depurada técnica de ‘Jeff’ Pérez.
UN DÍA HISTÓRICO
Ese 26 de julio de 1996, Jefferson Pérez se alineaba en la pista del Estadio de Atlanta. La carrera comenzó. Desde un principio, el atleta ecuatoriano se colocó en el pelotón de los primeros.
La expectativa de todo un país subió, cuando el cuencano se ubicó cuarto a falta de pocos kilómetros para llegar a la meta. De pronto en el tramo final tomó el primer lugar de la competición. Cruzó la meta en 1 hora, 20 minutos y 7 segundos. Instantes después se desmayó en la pista gringa.
Jefferson se convertía así en una leyenda viviente. La gloria bañó su cuerpo de campeón. La nostalgia de ese triunfo maravilloso refresca los corazones nacionales.