20 jul (EFE).- El 20 de julio se celebra en Uruguay, Argentina y algún otro país el día de amigo. Óscar Tabarez, seleccionador de Uruguay, lo festeja con la mente puesta en la final de la Copa América tras haber demostrado durante los últimos años que entre sus grandes amistades se encuentra el fútbol.
La fecha elegida para esta celebración coincide con la de la llegada del hombre a la Luna (20 de julio de 1969). Tabarez no pretende llegar tan lejos, pero tras el éxito del cuarto puesto del Mundial de 2010, aspira a rozar la gloria y el cielo en la final de la Copa América que se disputará el domingo.
Tabarez es el líder, la cabeza pensante, del actual proyecto del fútbol uruguayo que, sobre el césped, se plasma en las paradas de Fernando Muslera, la seguridad de Diego Lugano, el recorrido de Maxi Pereira, los kilómetros de Diego Pérez y Egidio Arévalo Ríos, la tenacidad de Alvaro Pereira, el liderazgo de Diego Forlán o la eficiencia de Luis Suárez.
Todos ellos, así como el resto de sus compañeros, son fundamentales, pero el guía es Tabarez, un técnico muy experimentado, pausado en sus declaraciones, consciente de las virtudes y defectos de su equipo y dedicado en su trabajo minucioso a que las primeras afloren y las últimas se disimulen.
Es un gran amigo de su deporte y su identificación absoluta con el espíritu del fútbol uruguayo se refleja en los éxitos recientes. El cuarto puesto en el Mundial convirtió a su selección en la mejor de Sudamerica en el torneo a pesar de que se había colado en el Mundial a través del repechaje.
Si ahora logra el título, no quedarán dudas de cuál es el mejor nacional de Sudamérica. A la victoria, Uruguay le añadirá el liderato absoluto de títulos en esta competición: quince frente a los catorce de Argentina.
Tabarez, sin desmerecer a alguno de sus colegas, es, quizá, el técnico más considerado a nivel mundial de cuantos están o han estado en la Copa.
Nacido en Montevideo hace 64 años, jugó como lateral y central durante una década y completa una carrera de casi treinta años como técnico en su país, pero también en Colombia, Argentina, Italia o España.
Con dos mundiales con la selección uruguaya (el primero el de Italia en 1990), Tabarez ha reconocido siempre los méritos y deméritos de su equipo, ha sido claro pero no hiriente en sus declaraciones y en la ponderación se encuentra una de sus virtudes.
Pese a su seriedad, no le han faltado momentos para el humor como cuando en el Mundial de Sudáfrica reconoció que las manos de Luis Suárez ante Ghana habían sido las de «Dios y la Virgen María».
Fue una broma ideada a partir de la célebre «Mano de Dios» de Diego Maradona y que se le ocurrió cuando la acción de Suárez supuso un penalti en contra de Uruguay, en el último minuto del partido ante Ghana, que no entró y que propició posteriormente la clasificación de Uruguay para cuartos de final.
Antes del partido por el tercer y cuarto puesto ante Alemania en el Mundial esperaba «ganar a los alemanes y también al pulpo Paul», la que había sido estrella de la última semana del Mundial. Entonces admitía que la selección uruguaya se había colado en la fiesta de los cuatro mejores del torneo.
¿Cómo se puede ganar a un equipo que tiene algunas virtudes que tu no tienes?, se preguntó tras haber superado a Argentina en cuartos de final de esta Copa, en un partido muy complicado, jugado durante muchos minutos en inferioridad y resuelto en los penaltis.
«Claro que me gustaría tener ochenta minutos de posesión por partido y que mi equipo fuera el que propusiera siempre, pero ¿cómo rendir al máximo cuando esto no es posible?», se preguntaba Tabarez.
En la cuestión subyace su reflexión. «Muchas son las veces que, con lo que tenemos, hemos salido adelante. Por algo será». Ahí está en fundamento del trabajo de Tabarez. El amigo. El maestro. EFE