Es innegable que la migración es un fenómeno que ha traído varias consecuencias en las familias. A partir del boom migratorio en los noventa, sobre todo a países europeos como España, la composición social y familiar ha cambiado notablemente. Ya no existen familias completas, e incluso pueblos enteros se han quedado sin las cabezas de familia, en especial los hombres. Los hijos de la migración resultaron una generación desarraigada y con falta de identidad. La mayoría de niños se quedaron bajo los cuidados de abuelitos, tíos o primos que no sustituyeron el afecto de sus padres. Quizá eso explique los altos niveles de deserción, de pandillas y de delincuencia juvenil. Los jóvenes adoptan posturas para llamar la atención y sentirse más aceptados por su entorno. Este fenómeno le ha costado a la sociedad, miles de rompimientos familiares, que no son compensados por las cosas materiales, ni por las mensualidades que nuestros compatriotas, envían para proveer un futuro mejor a sus hijos.