Un tercio de la población mundial no detecta el sabor amargo por razones genéticas, un trastorno que puede provocar enfermedades como obesidad, caries o hipertensión, mientras que un 5 por ciento de la población es intolerante a este sabor.
Ésta es la principal conclusión del seminario sobre la influencia de los genes en la sensibilidad que las personas tienen a los gustos y sabores, que se celebra hoy en el Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (Idibell) en la localidad española de L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona).
El seminario está dirigido por el investigador italiano Paolo Gasparini, quien explicó que para que se produzca este tipo de trastorno es necesario que la persona afectada reciba dos genes «mutados», uno de cada uno de los padres.
Gasparini, especialista en Genética Médica, profesor de la Universidad de Trieste (Italia) y miembro del Comité Asesor Científico externo del Idibell, añadió que, además de la genética, también afectan a la percepción de los sabores factores como la edad, el género, la cultura o el ambiente en el que se vive.
«Por eso se explica que en la India la comida sea picante y se cocine con muchas especias y en algunas regiones de África sea muy dulce», dijo el investigador.
Gasparini destacó que entre las personas que tienen problemas con este sabor hay tres grupos: los que perciben de manera baja el amargo, los que lo hacen de una manera media y los que lo hacen de manera fuerte.
El experto alertó que no detectar el sabor amargo puede provocar enfermedades como, por ejemplo, obesidad, caries o hipertensión.
«Las personas al no notar el sabor de la comida tienden a abusar de salsas, aceites o condimentos y esto puede ser perjudicial para la salud», explicó. EFE