Vie. Nov 22nd, 2024

En una muestra de fidelidad que no tiene comparación, la hinchada canaria repletó el Monumental en el choque ante el Tolima.
La idolatría sigue viva. La parcialidad canaria se volcó como un huracán para alentar y atestiguar la presentación del equipo 2011 que maneja el argentino Rubén Darío Insúa.
Fue una noche de inmensas sensaciones, precedida por una tarde de música que propició un incomparable ambiente de fiesta. Barcelona sigue siendo el dueño del corazón de las multitudes. De otra manera no se explica, la amnesia colectiva que olvidó de un plumazo las dolorosas frustraciones que ha vivido en carne propia la hinchada amarilla en los últimos trece años, para extender su profesión de fe a una plantilla armada entre las aguas de la desesperación y el caos, que ahora cobija a la dirigencia, que preside el ‘Pocho’ Harb, que ha efectuado ingentes esfuerzos para armar una nómina, que de alguna manera devuelve la ilusión.
El plantel torero luce interesante. Tiene algunos buenos jugadores. Está la base. La columna vertebral del equipo muestra solidez. Era predecible, que el primer examen no podía arrojar una nota brillante. Los jugadores están endurecidos por la exigente pretemporada. El flujo futbolístico no podía brotar de la noche a la mañana. Por eso fueron visibles algunos cortocircuitos, que solamente el tiempo y la mano del ‘Poeta’ irán desactivando.
Es preciso anotar que el ‘primer saparring’ fue exigente. Deportes Tolima es un equipo compacto que, no en vano es el subcampeón de un torneo reñido como el colombiano. Que aparte ofreció una dura batalla en la Copa Sudamricana, de la que quedó en la cuneta por la ‘mano mañosa’ del arbitraje, que favoreció con sus gruesos errores a Independiente de Avellaneda, que terminó ganando el evento, en una clara muestra, de que el fútbol argentino es un ‘peso pesado’ en el tapete de discusiones e influencias de la Confederación Sudamericana.
La cuota de fútbol de Barcelona no alcanzó en el debut, pero resulta esperanzador el espíritu de sacrificio y la actitud de sus jugadores, encabezados por el argentino Matías Oyola, que luce con sobrados méritos la sagrada blusa amarilla del ídolo porteño, asumiendo el papel de caudillo, Entregando a borbotones, juego atildado y transpiración generosa. El debut de Miguel Ibarra fue aceptable y el regreso de Gio Nazareno, asegura marca y  dinámica por el carril izquierdo. No jugó ‘Bam Bam’ ni Matamoros, pero hace falta un motor de alta clase. La contratación de Edison Méndez, que está todavía en suspenso podría ofrecerle la magia que reclama esa tribuna noble y maravillosa.
Por: Raúl Cruz Molina

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