“Volver a Colombia en paz, esa sería la meta” para Alejandro, un refugiado que huyó de la violencia en su país y buscó cobijo en Ecuador, pero que aún se siente desplazado en la tierra que lo acogió, como otros 135.000 colombianos que necesitan protección internacional.
“Dejé todo botado, dejé mi pequeña tienda de víveres, dejé a mi familia y tuve que pasar la frontera por temor a morir”, comentó Alejandro, quien acude a menudo a la unidad de atención a refugiados de la Conferencia Episcopal, en Quito.
Lo único que Alejandro quiere de Ecuador es que se aplique la ley y que los refugiados tengan las mismas oportunidades que los ecuatorianos, sobre todo en el empleo, un problema que para numerosos colombianos se ha convertido en un calvario.
Varios de estos ciudadanos, viven en Ecuador en situaciones de pobreza extrema, ya que se les niega el trabajo.