Vivir entre tumbas, resulta algo macabro para algunos mortales, sin embargo de esta forma se ganan el pan varios ciudadanos.
El oficio de panteonero, es una actividad que casi nadie quisiera realizar. El sólo hecho de pensar en pasar la noche en un cementerio, pone los pelos de punta al más valiente de los hombres.
Kléver Cagua se levanta muy temprano a regar los jardines del cementerio del Tejar, lugar donde trabaja desde hace un año.
Limpia las tumbas y cava fosas para enterrar cadáveres. Convive diariamente con el dolor de la gente y con los muertos.
Hay ocasiones en que tiene que exhumar restos para entregar las osamentas a los familiares. Al principio esta labor lo llenaba de temor, ahora le resulta algo normal.
“Imagínese lo que se siente desenterrar a un muerto y coger sus huesos”, señaló Cagua.
Para este hombre, lo más duro de su oficio es ser testigo de tanto dolor,
“Es muy triste lanzar tierra a alguien que hasta hace poco estuvo vivo y ver como lloran los hijos por los padres”, cuenta Klever con un gesto de desazón.
Este peculiar oficio, es el sustento de la familia de Klever Cagua. Gracias a él, sus hijos tienen un plato de comida en la mesa.
Duerme junto a los muertos
Cagua, lleva alrededor de un año durmiendo en el cementerio. Cuenta que al principio le daba mucho miedo ya que sentía que los muertos se iban a levantar. Pasaba pendiente de cualquier ruido que pudiera sentir. Con el tiempo fue perdiendo el temor y descubrió que los occisos no le molestan.
“Estos manes son frescos”, aseguró el panteonero.
Fotos: John Guevara