Tenía una de las voces más fascinantes y únicas de su generación, pero todo se perdió bajo las aguas del río Mississippi. Jeff Buckley murió en mayo de 1997 cuando nadaba en Memphis y su prometedora carrera voló en pedazos tras un deslumbrante debut, «Grace», que hoy cumple su vigésimo aniversario.
La de Buckley es una de tantas historias de esperanzas rotas que componen el relato mítico del rock and roll. Ambicioso y dotado de un talento descomunal, con la publicación de «Grace» el 23 de agosto de 1994 llamó la atención de la crítica, que en la actualidad no tiene reparos en reservarle un lugar destacado entre los mejores discos de los años 90.
Había nacido en 1966 en California y era hijo de un músico de culto abonado a la experimentación como Tim Buckley, quien también murió prematuramente con 28 años por una sobredosis. Aunque apenas tuvo relación con su padre, desde joven Jeff se dedicó a la música y antes de lanzarse en solitario tocó en bandas de rock y jazz en Los Angeles y Nueva York.
Pertenecía a la generación del grunge, pero caminaba siguiendo su propia dirección por senderos muy diferentes a los que recorrían Nirvana o Pearl Jam.
El estilo que plasmó en «Grace» flotaba en un espacio vago entre el folk y el rock, con leves inclinaciones hacia el jazz y cierto gusto por las orquestaciones ampulosas, que le emparentaban con un gigante como Van Morrison.
Con una portada ya emblemática, en la que aparecía con la mirada al suelo, desbordando atractivo, el gesto concentrado y la mano sujetando con fuerza el micrófono, Jeff Buckley presentó «Grace» y dio así a conocer al público el tesoro que tenía en las cuerdas vocales.
Su voz, versátil como pocas, con un rango amplísimo y de una singularidad desconcertante, apabullaba a cualquiera. Buckley podía pasar de extremos operísticos y grandilocuentes, como un equilibrista balanceándose sobre el exceso, a refugiarse de repente en el más delicado de los susurros.
Todavía estremece la sobrecogedora y desnuda versión que realizó de «Hallelujah». Armado sólo con una guitarra, Buckley retomó el clásico de Leonard Cohen para cantarla con una expresividad y una exquisitez sólo al alcance de los genios.
Porque Buckley no se andaba con rodeos. Era ambicioso, osado; quería jugar con los grandes. Desde el inicio con la ondulante «Mojo pin» al rock desatado de «Eternal life», pasando por el lamento de «Last goodbye», una de sus canciones más populares, se percibía en «Grace» la identidad y el talento de un artista con sello propio.
Había pocos límites para una voz tan personal, tan única, tan llena de posibilidades, capaz de afrontar casi en falsete una canción como «Corpus Christi Carol» o de bordar el tono romántico de «Lover, you should’ve come over».
Con esas capacidades, su lista de admiradores era amplia. Patti Smith trabajó con él y Tom Verlaine, el influyente guitarrista de Television, quiso producirle el segundo disco. Además, su estilo influyó a Thom Yorke de Radiohead o PJ Harvey, entre otros.
Tras la gira que le llevó por Norteamérica, Europa y Australia para presentar «Grace», Buckley se tomó las cosas con calma respecto a sus próximas canciones. Entre 1996 y 1997 empezó a preparar su vuelta al estudio y cuando se ahogó nadando, el 29 de mayo de 1997, ya estaba grabando su segundo álbum.
«Sketches for my sweetheart the drunk», un conjunto de demos y esbozos de canciones, se publicó póstumamente. Después llegarían las recopilaciones de rarezas, discos en directos y documentales sobre su figura, que nunca suplieron la ausencia y el vacío que dejó, pero que el menos recuperaron una y otra vez su voz pura y eterna. EFE
Probablemente una de las canciones que más ha estremecido al mundo con su maravillosa voz es Hallelujah. A continuación les dejamos el video para disfrutar de la voz de Buckley.