Comencemos por lo obvio: el glorioso Atlético es finalista de la Champions. Sé que no les descubro la pólvora, pero anhelaba escribir esa frase que ha esperado 40 años cogiendo polvo en la memoria de varias generaciones de rojiblancos, ese precioso abrigo que habían perdido la esperanza volver a lucir. Deseaba escribirla y leerla.
Una y otra vez. Hasta ese 24 de mayo en el que Lisboa será la capital de España y la proeza de este maravilloso equipo de Simeone, de esos héroes que se levantaron tras el gol de Fernando Torres hasta acabar exhibiéndose en Stamford Bridge, podrá convertirse en la mejor aventura de ciencia ficción jamás contada. Pero eso será otra historia. Ahora debemos contar esta, que es fabulosa.
Todo empezó con un par de sorpresas en las alineaciones. Simeone, ese hombre que podría pedirle a los atléticos que saltaran de un puente y lo harían todos tras darle las gracias, un beso y las llaves de casa, recurrió de nuevo a su arma secreta para pasar rondas de Champions: Adrián.
Tras descubrir en la ida que al Chelsea no había quien le tosiera por arriba, decidió buscarle las cosquillas por abajo. Se las encontraría. Mientras, Mourinho, en eso que tanto le gusta de responder a las críticas con doble ración de lo mismo, sacó un once con seis defensas natos en el que Azpilicueta se colocó de falso extremo izquierdo para frenar a Filipe. Se auguraba ‘Autobús 2, la secuela’, pero no: el Chelsea esta vez sí se aventuró en ese territorio desconocido llamado campo contrario.
Fuente: AS