El ecuatoriano Alberto Spencer es sin duda el futbolista más importante de la historia de nuestro fútbol. Hoy la mundialmente conocida revista Marca reproduce un reportaje donde destaca sus dotes, sus logros y las razones de su inmortalidad.
ALBERTO SPENCER EN MARCA
A continuación reproducimos el reportaje del importante periódico español:
La Copa Libertadores es el torneo de clubes por excelencia de Sudamérica. El máximo objetivo de los equipos cada temporada. Y su largo recorrido está cargado de grandes historias y protagonistas. Uno de ellos, quizá el más laureado de todos, deslumbró con su increíble talento durante la década de los 60. Alberto Spencer, el mejor futbolista ecuatoriano de todos los tiempos, fue genio y figura hasta límites que sólo un puñado de futbolistas alcanzan a ver.
54 goles le contemplan con asombro en el torneo continental. Tres títulos y dos finales le recuerdan como lo que fue: un jugador desequilibrante, de potente arrancada y una contundencia en el remate fuera de lo normal. Es parte de la historia de la Copa Libertadores, ídolo de un histórico del fútbol americano como es Peñarol y referencia máxima de cualquier futbolista ecuatoriano.
Y es que Alberto Spencer, pese a desempeñar casi toda su carrera en Uruguay, llevaba a Ecuador en la sangre. Allí se crió como persona y futbolista. Sus primeros pasos le llevaron hasta el Everest, donde jugaba su hermano Marco. Con ellos debutó en la primera división ecuatoriana con 18 años. Corrían los años 50 y arrancaba la historia de un jugador que marcaría una época en Uruguay y en el resto del continente. Tras marcar más de 100 goles en partidos oficiales con el club ecuatoriano, Spencer llegó a Peñarol por apenas diez mil dólares. Aconsejado por el seleccionador de la Uruguay de 1950, Juan López, los ‘manyas’ ficharon al que, sin saberlo, sería su jugador referencia y uno de los más importantes de toda su historia.
ALBERTO SPENCER MÁXIMO GOLEADOR DE LA COPA LIBERTADORES
Sensación que aparecería bien pronto. En su debut, sin ir más lejos, Spencer marcaba tres goles. Iniciaba una época dorada en la que conquistó ocho torneos domésticos en Uruguay, tres Copa Libertadores y dos Copas Intercontinentales. Tal era la adoración por la figura ecuatoriana que se insistió en que vistiera la ‘Celeste’. Lo hizo, en algunos partidos amistosos, pero siempre tuvo claro cuál era su origen. Llegó incluso a marcar el primer gol de Uruguay en el mítico estadio de Wembley. Y fue entonces cuando Inglaterra, dada su descendencia británica, también soñó con reclutarlo para su combinado nacional.
Ambidiestro, de enorme recorrido y amplios recursos en el remate. Lo mismo soltaba un poderoso cabezazo elevándose entre los defensas que con definía con un recurso elegante cargada de estética. Sorteaba las entradas rivales, aguantaba el juego duro y nunca alzaba la voz. No disponía de ese egoísmo, ese fuerte carácter que acompaña a las grandes figuras y que, algunos, consideran indispensable para poder llegar a lo más alto. Spencer lo hizo, pero donde otros muestran agresividad él ofrecía amabilidad. El genio era sustituido por una naturalidad ante las adversidades fuera de lo común.
Y esa personalidad discreta y humilde jamás lo alejó del éxito. Marcó en la primera final de la historia de la Libertadores ante Olimpia. Repitió un año más tarde ante Palmeiras. y volvió a marcar en 1966 en el tercer título que logró, esta vez, ante River Plate. En aquella ocasión anotó por partida doble. Sólo otra leyenda como Pelé y su Santos le apartaron de un dominio incontestable en el ámbito continental.
La revancha del Bernabéu
Al cruzar el charco, Spencer también encontró otro mito que le apartó, de manera momentánea, de la gloria. El Madrid de Di Stéfano le privó de la Intercontinental en 1960. Los ‘manyas’, con Spencer al frente, se tomarían años después su revancha. Previo título ganado al Benfica de Eusebio en 1961, Spencer se plantó en 1966 en el Santiago Bernabéu. Venía de marcar dos goles en el choque de ida y tampoco perdonó en Chamartín. El mundo entero se rendía a sus pies.
Acabó su carrera en el Barcelona de Guayaquil. Puso punto y final a una inolvidable carrera en su país, porque Alberto Spencer era, por encima de todo, ecuatoriano. Y como tal se ganó el derecho a ser considerado leyenda. En su país, y en el mundo entero.